Divagando en tinta china, en una nube polvorienta, escuchando un ritmo
ensordecedor, esperando que una mano se levante y quiera hacer la misma
pregunta ignorante que asalta mi cabeza. Vocales percutidas por un tosco gramófono
perforan mis oídos, inflaman mis tímpanos, yunques y martillos, y yo no
entiendo nada. La somnolienta mañana me toma de la mano y baja mi cabeza, en
gesto de sumisión absoluta e innegable, cruza mis brazos como a quien no le
interesara respirar y despegó a un lugar mucho más acogedor, más cálido, donde
multifacéticas realidades ordenan un caos asimétrico y antigeométricamente
jurídico. Golpes en la madera intentan abducirme, pero mi voluntad es férrea,
implacable, como el amor de un loco por su escoba. Figuras incorpóreas
atraviesan mi vista como medusas levitantes, majestuosas y perennes. Decoran el
cielo hasta que la noche se adueña del horizonte con una convicción moderna,
para convertirse en astros celestes protectores de los secretos cósmicos de la
eterna historia, golpeándose entre ellas para pasar la eternidad de una manera
amena. Menuda entretención.
Notas sinfónicas conforman un castigo insufrible, pues en este caos solo
un lobo podría conformar la más bella de todas las melodías, una sonata que haga
olvidar tiempos inmemoriales, rascacielos imprudentes, conquistadores
irreverentes, artistas desbocados y sueños imposibles. Alguien golpea la madera
y solo quiero tomar su furioso puño y estrujarlo contra el cielo eterno, con
fines meramente académicos. Tal vez también lúdicos, nadie lo sabe con certeza.
¡Eso es! ¡Certezas! Bellos frutos rojos que una vez madurados mezclan suaves y
dulce aromas con cierto amargor elocuente y una pisca de demencia. Un desayuno
saludable debe constar de, al menos, cuarenta y siete certezas, y puede ser acompañado
con un poco de avena al gusto. Un café tampoco le viene mal, pero debe ser
negro como el alma de un felino.
Comer certezas mientas se teje y desteje esperando en el muelle de San
Blas es una actividad sumamente recomendada. Sus inhibidores naturales
permitirán a la mente más básica una travesía dantesca, un fascinante viaje
astral jamás conocidos por el hombre. Básicamente debido a que este fruto está
prohibido desde tiempos bíblicos. Castigo de los oprimidos por obligaciones
morales, laceraciones incorruptibles por ninguna medicina oriental conocida por
el ser humano. Tanta ignorancia hace que se me ericen los pelos y caduquen
todos los plazos. Tiempo. Todo es culpa del tiempo. De haberse descubierto la
realidad antes estaríamos en un mundo completamente diferente. Ya habríamos
ganado la guerra contra aquellos verdes seres vivos que complican la
existencia. ¿O esos eran los que la asistían? Tanto divagar me ha dejado
exhausto. Me despido donde quiera que llegue, saludo con una mano en alto esperando
jamás tener que verlos de nuevo.
Alguien golpea la madera como si fuera un chiste, pero nadie dice nada
¿Habré, finalmente, alcanzado la tan anhelada locura? Demenciales pensamientos
surcan el techo como pequeños pinceles monocromáticos. Ya nadie podrá quitarme
mi blanco cuadro, con mis cómodos cojines y mis tres comidas al día. ¡Soy un
hombre libre al fin! Nadie podrá decirme que hacer o que evitar, que es verdad
y que es una vil falacia. Mis pensamientos abordarán la eternidad del tiempo,
castigando a los infieles. De la cordura a la demencia hay un paso, es por eso
que dí un salto, no quería dejar nada al azar. ¡Bienvenidos todos! ¡Hoy ha
nacido uno de nosotros! ¡Yo mismo! Espero me trate con cuidado y nunca censure
mi pensamiento. Castigos divinos caerán sobre mentes silentes y obedientes. Al
menos eso creo yo. Alguien toca la puerta de madera. Se me olvidó poner el
cartel de que los martes y jueves es feriado, los lunes atiendo hasta las doce
y los miércoles desde las cuatro. Viernes, sábados y domingos es en sentido
contrario. Olvídenme, yo ya estoy loco.