miércoles, 22 de noviembre de 2017

Dejen su Ombligo Tranquilo

La gente vive experiencias de mierda todos los días. Cada día de su vida somos victimas de injusticias, malos tratos y vueltas del destino. Unos más, otros menos. Algunos tienen problemas que no somos capaces de dimensionar, para otro un problema pequeño puede significar mucho. A veces solo se necesita una mala palabra, una frase errada por parte de la persona equivocada para que nos sintamos como bazofia. Así de delicados somos, así de relevante es lo que nos rodea, así de fácil es tener un mal día. Una micro que se demora más de la cuenta o que simplemente no hace la parada en la que esperas, un mal rato por que tuviste que entrar apretado al metro. Una mala noticia. Un solo detalle puede cambiar nuestro estado de animo, y eso sin pensar en los problemas de verdad. Enfermedades, deudas, peleas, rabia, pena, traición, dudas. La vida ya es dura por si sola, ni hablar de que tanto más dura puede ser gracias al resto.

Aún así, hay gente que vive alegre. No solo se pasa la vida sonriéndole al mundo y dando gracias por todo, ellos irradian calma. Hoy en día, cruzarse con una es como si uno se ganara la lotería. Personas que disparan sonrisas indiscriminadamente, escupen “buenos días”, lanzan los “que estés bien” por doquier. Gente que se escapa del molde y olvida los problemas propios por un segundo. Recogen un papel del suelo, ayudan con el equipaje a los mayores de edad, se sientan a conversar con los indigentes, regalan abrazos a quienes están acongojados. Puede que te griten en el trabajo, pierdas el bus de vuelta y te asalten en el camino, pero si encuentras una de estas personas después de todo eso, la vida vuelve a tener sentido. Una sola sonrisa y la esperanza vuelve al cuerpo.


Ellos también tienen problemas, es probable que también hayan tenido un día de mierda, que les dieran una mala noticia. Tal vez se cayeron por la escalera, le dijeron “igual” al mesero que les dijo ”provecho” o pasaron por al lado de un mendigo sin ninguna moneda para dar. Pero hay algo en lo que toda esta gente está de acuerdo, y es que por muy malo que sea el día, por muy terrible, angustiante y enfuriante que sea, nada es tan grave como para tratar mal al resto. Nada justifica el despreciar a alguien. Sabemos que la vida es dura, e incluso más que dura, no tenemos por qué andar haciéndoselo más difícil al resto. No seamos parte del problema. No puedo pedir que sean parte de la solución tampoco, muchas veces ni yo mismo lo soy, pero no hagamos tropezar a quien nos rodea, evitemos las malas palabras, los gestos despectivos y la mala onda. No es tan difícil. 

Magia y Música

¡Vamos! ¡Que ese piano histérico nunca cese su percutir! Saltan dedos como acróbatas, como lunáticos, desquiciados, hiperquinéticos saltimbanquis, vuelan entre negras como trapecistas suicidas, suben y bajan escalas como bomberos en incendio. ¡Se quema todo! Las llamas arden, el fuego consume nuestros oídos, notas graves merodean en lo profundo como una ballena azul que cruza las corrientes marinas. Gaviotas, albatros y pelícanos surcan el cielo, lo rasgan, cortan y apuñalan con notas agudas, acordes con filo. El jazz se confunde con lo alternativo, progreso. ¡Esto es progreso!  Los dedos se enredan y hacen nudos y rompen los nudillos, corren a lo largo del blanco mantel de madera, saltan las vallas negras, patinan sobre el hielo y reposan sobre el ébano. Nadie sabe lo que pasa, notas son repartidas sobre el compás sin ningún orden, la banda se mantiene atrás, silente, expectante, asombrada. Improvisación, improvisación, improvisación. Creando desde la nada, neuronas galopando sobre el piano, ordenando locura, controlando las manos desbocadas. Olviden las partituras, los tempos, no hay negras ni blancas. Hoy somos todos de colores. Las piernas se mueven al son de este frenesí incomprensible. ¡Histeria colectiva! El piano se ríe, sus dientes se mueven al son del vértigo, ilusión de movimiento. El pianista está vuelto loco, esta ensimismado, no escucha nada. El escenario arde de música, de magia. La cola del piano se mueve como si de un perro se tratara. Tiembla el piso, un terremoto acecha mis oídos. No entiendo nada. ¡NADA! No hay nada por entender, nada que ver, nada que degustar. No olfateen, dejen de respirar. Toquen el aire y dejen que la música invada todos sus sentidos. Éxtasis. Éxtasis. Éxtasis. Dejen que el pianista haga su trabajo. ¡Aplaudan! Apláudanle al piano, que aguanta tanto golpe, esquizofrénicos sonidos escapan de las cuerdas vocales de nuestro negro amigo. Miro al cielo y solo veo notas revoloteando el cielo falso como si se tratara de una partitura. No hay res, síes, dos. No hay las, soles, mies. Fas, fas, fas, ¿Dónde están?

¡Suficiente! La batería ahora acompaña el baile maquiavélico que tiene concertado el piano. Una guitarra escandalizada intenta arremeter contra la melodía, pero solo la infla, la empuja, le da cuerda. La batería sigue el son incomprensible del piano, y este nos intenta hablar. ¡Escuchen todos! - dice el piano- ¡Yo soy el piano! - cuanta elocuencia. Después de un rato la guitarra se cansa y la batería toma de la mano al piano. Como hermanos en armas, como hijos de una misma madre. La madera bastarda de la percusión; la batería, hija legítima. Música, música, música, música. Magia, música. Una voz toma el mando de todo este descontrol. Gracias al cielo. Sus tonos son dulces como las manos de una madre, tierna como la primera flor de primavera. Profunda, como el deseo de vivir una vida plena, llena de alegrías, de penas, de lluvia y sol. Esperando. La batería sigue descontrolada, con ira golpea el platillo. El baterista se siente agarrotado, su hombro lo está matando, sus manos dicen basta. Las baquetas son las dueñas del minuto, del segundo. Golpean en desorden, mientras cada sonido cae sobre su única casilla. La vida sigue, la voz toma la cuerda y la ata alrededor del cuello de la batería. El bombo no irá a ningún lado.

Ya todo está más tranquilo, el canto cae sobre la audiencia como el rocío de la mañana, como la lluvia de la noche, como agua de vida, de música, de magia. Sentimiento. El piano intenta escapar, pero la voz lo calma, lo doma. La madera, sometida, nada tiene que ver con lo que emitía esas notas fantásticas. Sigue cantando, golpeando las cuerdas según la métrica correspondiente, pidiendo perdón y permiso. Suena fantástico, pero nada de otro mundo. La batería intenta romper el esquema, es más reacia, rebelde, idealista. Golpea con fuerza, vigor, vida, pero la voz siempre vencerá al final. Su descontrol cae en la métrica, sus arrebatos al son de la canción, su rebeldía es uniforme. Una voz ronronea y acaricia las notas con cuidado, con gracia. Sus tonos son perfectos, llenan la garganta, el estómago y el oído. Pero algo falta. Ya no hay locura, falta el vértigo, la emoción, el salto a la norma. Falta el grito en el vacío. La voz se calla. El piano golpetea nervioso y las cuerdas suenan con vergüenza. La batería yace, amurrada, junto la pierna del vocalista. Las manos de este hacen un gesto, y suelta las riendas que sometían a sus dos cordeles desbocados. El piano arremetió con su vida al viento, golpeteando con fuerza notas incoherentes. La batería redobló los esfuerzos, rompió la caja y se abrió al tempo. De a poco los sonidos se empezaron a perder en el eco del salón, en un eterno desvanecer. Se cierra el telón y la audiencia queda ahí, de pie, perpleja.

Un título incoherente baja desde lo alto.

Emerson, Lake y Palmer - Hombre con Suerte/ Improvisación de Piano/ Toma un guijarro.

Todo tiene sentido ahora.



jueves, 9 de noviembre de 2017

Canto a Noviembre

Cinco a.m., mi cuerpo no descansa, mi mente sobrevuela los recuerdos de estos últimos años. Huele a tabaco y nostalgia. La resaca empieza a tocar la puerta, mi cuerpo comienza a flotar y mis ojos se pierden entre risas, memorias y marcos de colores.

Tarde
Como el momento de pedir perdón
Muy tarde
Como los golpes en tu puerta
Olvídalo
Porque yo ya olvide

Solo eso ayuda
Mentira
Duele como ahogarse en el mar
Cerrar la garganta
Dar un ultimo suspiro
Y volver a respirar

Tantas veces roto
Que ni piezas quedan
Solo polvo al viento
Brisa efímera
Canto marino
Olvida el campo
Pavimento gris

Doy vueltas en la cama como un niño que necesita su cuento antes de dormir. Una guitarra suena en mi alma, pero no es mia. Salto de mis ojos y caigo sobre el suelo. Sentimiento opaco que gira a mi alrededor. Pido perdón y permiso, pero vuelvo a caer.

Polvo se levanta
Todo es fugaz
Mañana el polvo será viento
El viento, brisa
La brisa, aliento
Ojos abiertos

Como ampolletas iluminando el camino
Cardenales, coordenadas, marejadas
Flores se acurrucan en invierno
El sol escapa del horizonte
Las nubes bostezan
El cielo arde, contento.

Viento al tiempo
Momento de paz
Un segundo, un grano de arena
Suspiros, susurros
Murmullos miradas cómplices
Ojos cerrados

Por que de tanto en tanto pienso, doy vueltas a las paginas leyendo palabras en la inercia del sentido. Observo, entiendo y olvido. Solo olvido, por que olvidar nos hace fuertes, nos hace humanos. El cielo brilla y los arboles se mecen con el viento.

Hoja tras hoja se elevan las miradas
Ya no queda nada
Ojos cerrados, ojos abiertos
Mascaras fuera
Bolígrafos nuevos
Sentimientos viejos

Se respira el polvo
Viento de vida
De muerte
De tiempo
Polen de la memoria
Abejas del sentimiento

Escupe, grita, canta, llora
Siente, ama, olvida, añora
Tonos altos, bajos graves
Voces citadinas, propias del cemento.

Ladrón de vida
Amante de los susurros nocturnos

Libros en blanco se apilan en la esquina de mi habitación. Pluma tras pluma, solo tinta derramada. Lluvia en verano, pianos de concierto. Se mueven al unísono, todos en direcciones distintas. Ojo atento, oído abierto. La mente como un universo.

Llaves giran y golpean el suelo liso
Permiso
Se golpea la puerta sin aviso
Pienso en lo que hizo
Sentado en el ultimo piso
Nunca sintió lo que quiso

Déjame en paz
Una línea fugaz
Un vaso de aguarás
Ojalá esta noche no acabe jamás
Miro al cielo y me pregunto si estás
Mira hacia abajo buscando quien da más

Un golpeteo me interrumpe
Ya no veo nada
Parada frente a mi se encuentra ella
Estrella de la oscura noche
Derroche y desencanto
Olvídame bajo un manto blanco

El invierno consume la luz del día, como el fuego la leña o yo las palabras. Miro hacia arriba y solo veo que soy pequeño, minúsculo. Tanta vida, tanto por ver, tanto que leer, escribir, escuchar, soñar, hablar, cantar, mirar, amar, llorar, probar. Tanto que vivir.

Tanto que compartir
Mira hacia fuera, míralo.
Sentado solo, en la banca de siempre
Solo vive
Observa y crea
La luz lo rodea

No tiene hogar
No piensa así
La vida es su casa
En ella duerme
Allí descansa
Un par de audífonos
Una melodía

Día tras día olvida un poco de si
La mascara se rompe
De la grieta escapan colores
Saltan lagrimas, gritos
Cantos y pasión
Frases llenas de sentimiento

Lo alegre – piensa- no es la vida misma, sino lo que la rodea. Soy uno, y pienso solo, vivo solo, siento solo. Pero pienso en los demás, vivo en lo que veo, siento hacia fuera. Vivir, francamente, parece no ser lo mío. A mi me gusta más soñar

Canto a la vida
Como los pájaros al sol
Las gotas se secan durante el día
El rocío cubre al mundo de noche
La madrugada nos enseña
Que siempre hay un mañana.


Solo necesito al viento para que los arboles se balanceen divertidos. Pájaros cantan las canciones de ayer y hoy, perennes. El sol golpea desde el oeste y solo queda observar. Montañas me rodean con sus largos brazos verdes, los colores se confunden y olvidan su lugar en la coreografía tantas veces ensayada. El cielo se muere de vergüenza y tiñe de rojo sus mejillas de algodón. La copa de los arboles rajan el cielo como si fuera un paño de lino y solo queda sonreír. Por que mañana es otro día y tal vez sea mejor. Por que el ahora es importante, y me recibe con una sonrisa. Porque el ayer me tomo de la mano y con voz de madre me dijo: “Sonríe, después vive

lunes, 23 de octubre de 2017

El Deporte Más Lindo del Mundo

Camina, inocente, buscando el sentido de las cosas. Él es alto, de facciones finas y pelo corto. Moreno y con ojos verdes, su caminar es tranquilo, pasivo, incluso alegre. A su lado la gente camina y se voltea, levantan su cabeza al cielo e intentan ver dónde llega su cabeza, pero la luz del sol los enceguece antes y no pueden diferenciar su pelo de las nubes negras que cubre la cuidad en invierno. Él lleva una mochila llena de recuerdos, abrazos, lágrimas y despedidas. Para todos es una mochila vacía, pero él carga con el peso de una vida en su espalda. Un polerón rojo, gastado por la vagancia, un jeans celeste por el uso y unas zapatillas que parecen tener mil años. En su mano un anillo de donde viene, y en sus ojos el horizonte.

No hay mapas ni planos, brújulas ni instrucciones que indiquen donde ir, solo un par de pies inquietos que caminan, perdiéndose entre lo desconocido. Sus brazos se mecen a la merced del viento y su pelo cuelga cargado de frío y lluvia. Su corazón es grande, pero su bolsillo pequeño. Hoy dormirá en la calle para abaratar costos. No se preocupen, está acostumbrado. La comida le es esquiva, pero la ataja con una sonrisa y buenos modales, con oído atento y corazón sincero. Le duele el alma y los huesos, tanto caminar le ha quitado la pertenencia y hoy es solo un nómade. Un trotamundos, un buscador de respuestas. En su mochila lleva un cuaderno donde anota sus añoranzas y desventuras, y cada tanto en tanto las lee, asombrándose con las historias que su pequeña mochila recolecta tras cada kilómetro, cada minuto.

Él olvidó de donde viene, pero recuerda su hogar. Allí tiene pan para comer y té para beber. Tiene una cobija para capear el frío y una cama para evadir el sueño. El cariño de su madre y el cuidado de su padre. El
Amor de su hermana y la amistad de su hermano. La monotonía de la rutina y los dolores melancólicos de ver el mismo horizonte, una y otra vez, año tras año, vida tras vida. Cautivado por el olor de la aventura, la vida le invitó a correr y él no dudó. Revisando su cuaderno ve dibujos, fotos, bosquejos, flores, caminos, saludos, bienvenidas, números de teléfono y direcciones en lugares recónditos. Postales de su viaje, como timbres de aduana. Él mira el cielo oscuro y sonríe, honesto y feliz. Su cara apunta al sol, donde quiera que esté, su pasión a lo desconocido, y sus pies hacia adelante.

A su derecha descansa su mochila, a su izquierda un perro amigo. Sobre él un cartón húmedo y sobre el suelo la dignidad de quien le hace frente a la vida. Sus zapatillas han dejado más huellas que el carbono, removido más tierra que cualquier minera, observado más estrellas que cualquier telescopio. Es callado y evita gastar el aliento, pero su risa abunda en orejas atentas y su sonrisa llena lentes a lo largo de toda la tierra. No lleva un libro, ni una cámara. No tiene gafas para el sol o un impermeable contra la lluvia. Usa la misma ropa hasta que queda hecha jirones. No tiene nada, pero es rico, pues atesora experiencias, miradas, horizontes. Guarda hambre, sed, dolor y tristeza, penas y decepciones. Camina sin cesar, nunca arrastra los pies. Sus hombros son para llevar la vida, no para mirar sobre ellos el pasado, el ayer traicionero, idealizado. 


Entre edificios se levanta junto al sol, cierra los ojos, abre los brazos y grita. Grita de vida, grita de euforia, grita de ahora, de hoy, de presente. Abre los ojos y una lágrima salta como un clavadista, directo al suelo. Él es más rápido y la ataja en el aire, la observa y luego lleva su mano sobre su pecho, a la altura de su corazón. Toma su mochila y deja, ordenadamente, los cartones apoyados en la pared para que se sequen más rápido. Hace una reverencia al perro amigo que compartió su calor, y sobre sus tobillos le dio un beso en la cabeza. El mentón elevado y su vida llena de energía entre tantas luces apagadas aún. No dan la hora del laburo y él ya camina. Pasos seguros que no saben dónde van, ideas claras sobre lo que aún no sabe. Mira el suelo y luego el cielo. El ayer no importa y mañana es un misterio. El primer paso del día, el único que importa. La ciudad a su espalda se siente vacía, ya no hay quien la cobije por las noches. Un pájaro vuela sobre su cabeza y él sonríe. La vida es un deporte maravilloso.