Es insoportable.
La maraña de pelos rubios se agolpa frente a mi rostro y el estornudo se hace
inevitable. Absoluta e irremediablemente intolerante. Ese cabello abultado por
la densidad de un majestuoso y fértil cuero cabelludo me bloquea la mirada al
horizonte aburrido de la pared del andén. Huele a avellana y crema, a cielo y
pasto, a primavera, a romance. Irracionalmente aborrecible. No es que estuviera
sucio ni nada. Es más, era limpio como el alma de un niño, pero no podía
reconocerlo. No señor, por ningún motivo podría admitir tal perfección entre
las hebras de aquel áurico pelo. Decidí que la situación debía remediarse a la
brevedad y me moví hacia la derecha con un paso veloz y sigiloso, y me perfilé
levemente para poder ver el rostro del dueño de semejante cabello.
Como era
previsible, un rostro angelical se dibujaba entre aquel rebelde pelo. Ojos
cansados y tranquilos se sentaban de cabeza sobre dos bancos rubios
perfectamente delineados. Una frente ni tan amplía ni tan estrecha daba pie a
dos perlas decoradas con una joya de color esmeralda, aunque la tonalidad del
iris se asemejaba más al agua propia de aquellos lagos sureños que se mecen
bajo la brisa patagónica. Aborrecible. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano
para no apartar la mirada y seguir observando aquella nariz tallada por Miguel
Ángel en persona, no tan perfecta como para parecer plástica, ni tan tosca para
ser la obra de un herrero. Era preciosamente repulsiva.
Y como si fuera
poco, su boca ligeramente fruncida, daba un deseo sobrenatural de probarla,
pero de mala gana, por supuesto. Todos estos grotescos detalles fueron
ingeridos por mis ojos en cuestión de segundos, ya que no tenía ningún interés
sobre ella. En absoluto. Puede que sea una de las personas más guapas que he visto
pasar en aquella selva de transporte subterráneo, y logré evitar el contacto
visual cuando sentí que miraba en mi dirección. Afortunadamente no tenemos el
mismo destino y jamás tendré que verla en lo que me queda de vida.
Probablemente.
Y eso, querida,
fue lo que sucedió, te lo prometo por lo más honesto de mi corazón y lo más
creativo de mi mente. Lo juro por mi casa, mi madre, padre y hermanos. Y si he dicho alguna mentira,
lavaré los platos un mes y podrás elegir todos los programas de la noche. Lo
juro por el amor de mis perros. Lo juro por lo más valioso que tengo ahora
mismo: El recuerdo de sus ojos.