Como si fueran dos amigos de toda la vida, estaban sentados uno al lado del otro en el parque que queda en la entrada de la calle donde ambos viven, cada uno en su casa, cada uno con su familia. Uno con 9 años y una vida por delante, el otro con 74 años que se escaparon lentamente de sus ojos para nunca volver. Cada uno alegre a su manera, ambos vivos, enérgicos, ocurrentes. La imaginación del pequeño resuena en la conciencia curtida del adulto mayor, las palabras meditativas retumban sobre el enclenque telar en el que camina el pequeño. Una tela blanca que se colora día a día, en cada instante, percibiendo detalles, movimientos, rayos de sol, gotas de lluvia, rocío y estrellas. A su lado, un caballero que lo observa como si fuera su propio nieto, con la sonrisa de quien conoce hacia donde llegan los que piensan como el pequeño, los que crean castillos en el aire y escaleras de viento para llegar a ellos.
El chico se enteró hoy que el caballero era ciego como un topo, que los colores para él eran solo estela de memoria, fragmentos de recuerdo. Al tratar de explicarle al pequeño como había sucedido, no supo dar a entender que fue algo que le pasó con el tiempo, parte de la naturaleza. No quería asustarlo tampoco, evitaba afrontarlo desde tan joven a lo efímera que puede ser la salud, la fugacidad de la juventud. No era momento, aún, para desteñir la brillante imagen que el niño tenía de la vida. Así fue como, sin darse cuenta, el pequeño le empezó a intentar describir lo que ambos estaban viendo, este parque que conocía tan bien como el rostro de sus hijos, sus nietos y su querido perro. Una sonrisa se dibujó en su alma y un sentimiento de sorpresa se le escapó por la garganta. La motivación del niño lo enternecía, pero también le generaba curiosidad, así que le siguió el juego, esperando a ver el parque una vez más, después de tantos años.
Bueno, a ver, primero que nada - Primero que todo - Eso, primero que todo, el cielo es azul. Azul es un color como, no se como explicarlo en verdad. ¿Libre? Es como si tomaras un pájaro y lo dejaras volar. ¡Igual que el mar! Pero distinto. A veces el azul es más claro o más oscuro - ¿Y que es oscuro? - ¿Cómo que no sabes lo que es oscuro? No se como decirlo. Es muchas cosas juntas, como si todo se apilara, como... ya se, mientras más oscuro, es más todo. El blanco es limpio, es simple, es algo desocupado, ordenado, lo oscuro, el negro, es todo lo contrario: Imagina un nudo, como si todo en tu cabeza se enredara e hiciera un solo gran nudo. Eso es el negro. Ahora, todos los colores se pueden mezclar con blanco y con negro. ¿Ves? - Creo que voy entendiendo - Por ejemplo, de noche, el cielo es muy oscuro, es como si todos lo que las personas pensaron durante el día se escapara a descansar allá arriba. Mi mamá dice que las estrellas son donde los pensamientos se van a descansar de nosotros.
Después, tenemos el pasto. ¿Ha caminado alguna vez sobre el pasto sin zapatos? ¿Por qué se ríe? - No es nada, recordé que hace tiempo no lo hacía. Pero si, si he caminado descalzo - Bueno, el pasto es verde, y se ve todo como si fuera un solo color, pero si te acercas, puedes ver como son muchos verdes distintos. Hay unos más claros, otros más oscuros. Ya expliqué lo que era claro y oscuro, ¿Cierto? - Si, y lo entendí a la perfección - Ya, igual. El verde se ve como, como viento. Eso es, el verde es color viento - ¿Cómo color viento? - Es que es un color que está en los bosques, en los árboles, y cuando hay viento, todo lo verde se mueve. Por eso, se siente como viento. Además, a veces, puedes escuchar como los árboles cantan. Y encima del pasto hay flores, de todos los colores. Pero todos los colores separados si, no como el negro- ¿Cómo así? - Bueno, está el amarillo que es muy cálido y me recuerda a los rayos del sol. El naranja, que es como el amarillo pero más tibio, y dan ganas de darle un abrazo. También hay rojas, que son como el corazón, son fuertes y cálidas. Hay rosadas, que son más frescas y claras. Mis favoritas son las azules, por que es como si un pedazo de cielo se hubiese quedado en el pasto esperando a salir volando.
¿Y cómo me veo yo? - Usted es viejo - Muchas gracias por notarlo, no me lo decían hace tiempo - ¡Perdón! ¡Se me olvidó que mi mamá me dijo que es de mala educación!¡Perdón, perdón! - ¡No te preocupes pequeño! En decir la verdad no hay engaño. Ahora, sigue contando que es lo que ves - Emm, usted está vestido con una chaqueta café. El café huele a mis papas, a desayuno y a tardes de invierno, esas con mucho frío y lluvia. También tiene un pañuelo negro, con rombos rojos. Los rombos son como cuadrados cansados de estar parados, entonces se van un poco para el lado, por que les dio sueño. Además tiene unos pantalones color cielo y unos zapatos cafés, pero más claros, como mi perro. El café claro es un color de perro - Bueno, ¿Y yo, qué color tengo? - Usted tiene el pelo blanco, como desocupado, la piel rosada pero más blanca que la mía. Yo soy más como mi perro - ¡Que risa! ¿Y te gusta ser como tu perro?- ¡Si! El juega y come todo el día, y cuando hace frío siempre está tibio, perfecto para acurrucarse con él - Que bueno, niño, los perros son los mejores amigos que uno podría tener.
Ya debe ser tarde ¿No? ¿Por qué no vuelves a tu casa? - Es que yo ya no puedo volver - ¿Por qué? ¿Por qué pones esa cara, chico? ¿Hiciste algo malo? Si quieres puedo hablar con tus papás y contarles lo feliz que me has echo todo este rato mostrándome los colores de la plaza - No, es que, no es eso. Ya no vivo en la casa que usted conoce - ¿Cómo no? Pero si te oí salir, incluso saludé a tus padres, somos vecinos desde hace tiempo, si hasta conoces a mis nietos. ¿No me digas que te cambiaste de casa y no me di cuenta? - No, mis papás siguen viviendo donde mismo, en la misma casa color corazón con ventanas cielo y un jardín de viento - ¿Entonces que es lo que pasa? - Don Emilio, usted tampoco puede volver a su casa - ¿Qué estás diciendo? - Es que, es difícil de explicar. Es más difícil de mostrar que los colores. Además, ustedes los adultos no toman bien estas noticias - Cris ¿Qué estás queriendo decir? - ¿Se acuerda que hace un año se juntaron muchos vecinos, guardaron un minuto de silencio y todos lloraron un poco? - Si claro, fue una ceremonia muy linda, muy triste, porque había muerto el hijo de un vecino del barrio y todos nos pusimos de acuerdo para honrar su memoria, apoyar la familia y unirnos un poco más como comunidad. ¿Qué tiene que ver eso?
Cristóbal, dejando escapar un par de lágrimas de sus ojos color desayuno, con pena, culpa y frustración, apuntó al costado del parque, donde había un grupo de gente reunida. Don Emilio lograba reconocer algunos: Los vecinos que ponían música hasta tarde, los que discutían después de comer, los niños que jugaban con su perro tirándole una pelota de tennis y después sacándola entre los barrotes de la reja. A sus hijos. Sus nietos. Los papás de Cristóbal. Todos lloraban. Lloran. Entendió que es lo que pasaba, frente a sus ojos, sus inútiles y agotados ojos. Cristóbal lo miraba con pena, con culpa, con vergüenza. No sabía que decir, y lloraba a mares. Desamparado, como quien intenta disculparse de corazón, pero no encuentra las palabras y termina desvistiendo el alma a través del llanto. Emilio, tratando de asimilar que es lo que estaba pasando, volvió su rostro y miró al pequeño que estaba echo un manojo de mocos y lagrimas, tratando de no hacer ruido, sollozando para adentro, intentando no molestar, ahogándose en la impotencia de no poder hacer nada. El viejo tomó su mano y le revolvió el pelo ocupado que le cubría la cabeza.
Cristóbal, pequeño canalla. ¿Llevas todo este rato tratando de hacerme más fácil esto? ¿Te ingeniaste lo de los colores para dejarme ver este increíble parque una vez más? Vamos Cris, deja de llorar por favor, que o sino me vas a ver llorar, y nadie quiere ver a un viejo decrépito haciendo pucheros - Mi mamá siempre me decía que llorar es como abrir la llave del agua y dejar que todo lo malo salga de la cabeza - Tu mamá tiene mucha razón, ojalá hubiera sabido eso antes. Tantas veces que quise llorar y no lo hice por no querer molestar. ¿Ahora vienes tú, travieso, a enseñarme esto, a estas alturas? Bueno, creo que nunca es demasiado tarde para aprender a llorar - Venga, Don Emilio, tenemos que irnos -¿Tan luego? Al menos pude verlos a todos una última vez. ¿Estarán bien?- Muy bien, tuvieron un gran padre y abuelo. Y no se preocupe por su perro, el hace tiempo sabía que esto iba a pasar – Con razón los últimos meses ha estado tan regalón, y yo que pensaba que era por haberle cambiado la comida. Espero que mis hijos lo cuiden mucho – Además, esos dos chicos seguro le alegrarán la vida. Usted tranquilo – Estoy listo. ¿Puedo tomarte la mano? - Por supuesto, no se preocupe, yo lo acompaño. Si quiere, le sigo contando sobre los colores. ¡No se ría, se lo digo enserio!