Las personas que me conocen saben que no soy un fan del tiempo, de su paso o de su importancia. Hay cosas que pesan más al momento de sentir, de pensar. Al momento de querer, de olvidar, de amar, de ser. Y ahí es cuando pienso en ti. El poco tiempo, que de poco no tuvo nada si pensamos en otras medidas de existir. El peso de los días era inconmensurable, no por su duración, sino por las experiencias que lograban colarse entre los minutos, esconderse entre las horas, detrás de la puerta de la noche, en la bisagra del alba.
Aquí es cuando pienso en ti, en que no se bien que decir. No soy de despedidas, pero las despedidas si gustan de mí. O tal vez no le caigo bien a los para siempre. Los momentos que se apilan unos sobre otros, llenan la piscina de memorias, como gotas que se avientan al vacío, como copos de nieve, cada uno único e incomparable, dispuestos a alojarse en el suelo para acurrucarse unos a otros, en el calor de la helada. La quemadura del hielo, la soledad de la luna. Siempre dijimos que nunca seríamos, y hoy pienso en lo que fuimos.
Te pienso en silencio, desde lejos, en el anonimato de un sonido mudo, un eco sordo. Recuerdo los lugares a los que nunca fuimos, donde nunca iremos. Pasos que no daremos. Miedos que no miraremos. Al final, todo lo real que tuvimos, y que buscamos evitar, fue el peso que terminó por separarnos, el querer no querernos, la distancia cómoda de un nudo inseguro. El ímpetu cobarde que se escondía tras un impulso, un sabotaje, una desolación de a dos.
Y así nos diluimos, como sales en el agua, perdidos como lluvia en la acera, cansados como viento en la ciudad. Tuvimos tantos momentos que el tiempo no hace sentido. Así, en tan poco paso mucho, y en breves días, lo perdimos todo. Creo que estamos solos, cada uno a su lado, tomando a otro de la mano, en un abrazo que no entibia el alma, que no emociona, que no calma. Las mariposas se sentaron a descansar y pensamos que eso era malo. ¡Oh, ser un pájaro descansando en su nido! Me pregunto si algún día sabremos lo que queremos, al fin y al cabo, el reloj siempre da la vuelta.