viernes, 22 de marzo de 2024

Después de un Final

Se dieron las manos mirándose a los ojos. Una palmada en la espalda, soltando una sonrisa honesta, de esas que se escapan de entre los párpados. Se miraron una última vez, y partieron cada uno por su camino. Una suave brisa acarreaba aún su perfume, el aroma de sus ropas, el olor a carbón de la fogata que compartieron anoche. La pradera verde, atravesada por un camino de tierra, como una cicatriz sobre la tersa piel del sur, con el pasto bailando al son del viento. Ninguno de los dos miró sobre el hombro, ni tampoco se dijeron palabra alguna al voleo, ni a la rápida, ni de pasada. Se despidieron mirándose a la cara, con un abrazo fugaz y honesto, lleno de camaradería y amistad. Y siguieron su camino.


Acabamos de compartir casi una semana juntos” - dijo Francois al poco rato de andar, como reprimiendo a Federico, sin quitarle la vista al horizonte que se dibujaba sobre el camino - “Pasamos tormentas de nieve en la montaña, nos perdimos en el bosque buscando este camino, nos quedamos bebiendo hasta las últimas anoche, y hoy te despides sin más, no es propio de ti


Francois, yo se que si cada uno sigue su aventura, eventualmente nos encontraremos” - respondió Federico, sin perder el paso - “Si derramáramos un lagrimeo al despedirnos, imagina la vergüenza al volvernos a ver”


Amanda, que por caminar adelante con su paso confiado y apurado, casi apenas si escuchaba la conversación, no pudo más que soltar una sola carcajada al aire, en señal de aprobación de lo que acababa de escuchar. 


Entonces” - dijo Amanda cruzando los brazos e inclinandose hacia adelante, desafiante - “Parece que tendremos que acelerar el tranco ¡no vaya a ser que lo dejemos esperando!”


Francois, que caminaba a la par de Federico, lo miró, ofreciéndole una mirada traviesa y risueña, como diciéndole que la vida no es una cosa tan seria como para darle tanta vuelta. Francois algo iba a decir, pero Federico se adelantó y partio corriendo, para el asombro de Amanda. En el lapso de un segundo hizo memoria, y jamás en los dos años que llevaban viajando juntos lo había visto correr. Francois no sabía como reaccionar, y cuando recién encontró las palabras para reprender a Federico, este ya se encontraba muy lejos, siendo perseguido por Amanda.


“¡Más te vale haberlo dicho de corazón!” - gritó Francois, mientras corría detrás del par de lunáticos a quienes llevaba seis meses llamando camaradas. Mientras corría miraba al cielo, preguntándose donde se había metido, y si podrán encontrar el cielo si seguían corriendo por este camino. “Todos los caminos llegan a alguna parte” - dijo para si, más tratando de convencerse de cualquier otra cosa. Así han de ser las aventuras.

martes, 19 de marzo de 2024

Floristas

Seguramente, y aunque parezca extraño en estos tiempos contemporáneos, más de algún varón solamente recibirá flores el día de su funeral, y esto, caballeros, es tremendamente desafortunado para el nuestra florería. Es por esta razón, que a partir de hoy, iniciaremos una campaña férrea por asegurarnos que en cada cumpleaños, cada graduación, cada salida romántica, una flor le sea obsequiada al hombre que participe de dicha circunstancia. Todos merecen recibir flores por igual, y ojalá que sean las nuestras.


Para cada Narciso una flor, así también para Jacinto, Hortensio y Geranio. También para Romero. Para los Rosas, los Espinoza, los Centeno, los Naranjo, los Manzanares y Manzanos. No olvidemos a los Palma. Un detalle elaborado con cariño y detalle, con afecto y aprecio, con un módico costo totalmente acorde a la primavera que se halla lejana. Caras están las varas, malas las heladas.


¡Anota todo esto, compadre! Más que florista debería ser publicista. “Por cada vara, participa por una entrada al próximo súper clásico del fútbol chileno”. Esa promoción no la encuentras en ningún otro lado. Imagínate ver los estadios con flores, compadre. Que las banderas sean rosas, lirios, camelias, petunias. Petunias hombre, se venden como pan caliente, ¡Imaginate la demanda en noviembre! Que me escuchen desde La Vega hasta La Pérgola. ¡Que a los hombres también nos gustan las flores!

No nos importaba

El mundo se caía a pedazos y no nos importaba. Vivíamos en nuestro planeta de cinco habitaciones, dos pisos, jardín y patio interior. Mirábamos las noticias y los números sólo eran eso. Números. Nuestro desdén por las medidas hechas a la rápida, a la desesperada, nuestra crítica desalmada contra líderes incompetentes, infracalificados, subestabdar, ante una catástrofe para la cual nadie podía prepararse. Y simplemente no nos importaba.


Durante la mañana trabajábamos desde nuestra casa, cada uno en su espacio, sin molestarse mucho el uno al otro, son los beneficios de vivir en una amplia propiedad. Más allá del estado del wi-fi, de las últimas noticias con ese número que se actualizaba dia a día, no había mucho de que hablar. Inventábamos juegos y pasatiempos, como por un convencimiento intento de que teníamos que llevarnos bien, hacer cosas que jamas habíamos hecho, y que por cierto que no nacieron de nuestro ímpetu, sino de algún vídeo en redes sociales. 


Hubieron cosas a las que nos acostumbramos que jamás me hicieron mucho sentido. Mostrar la intimidad de la pieza propia a quienes jamás habrían entrado a tu casa de otra manera. Una cierta justificación para transgredir las fronteras propias, exponer nuestro lecho, e incluso decorarlo o limpiarlo con el solo objeto de dar una buena impresión.  


La comunicación mentirosa del día a día con quienes vivían en su propio mundo, tal vez a tan solo metros del nuestro, se tornaba casi invasiva. Tomar cerveza o piscola a través de una cámara, o juntarse a hacerlo pasado el toque de queda. Mirar con desdén la ley, que nos obligaba a quedarnos encerrados, en una especie de reivindicación del yo por sobre el contrato social. El egoísmo más básico, ese que pensaba que las medidas eran exageradas, que a nosotros no, que por qué. Y los números subían, subían y solo subían. Y simplemente no nos importaba.