lunes, 4 de mayo de 2015

Hijo de la tierra

     Poco se de la vida, del dolor, de la felicidad o de la muerte. Soy solo un Niño que camina por un mundo incalculablemente extenso. Paseo por la tierra, el aire y el mar, como quien pasea por su casa. Voy de la mano del Viento, descubriendo llanuras escondidas y valles majestuosos. Observo con ojos como platos la maravilla de una erupción volcánica, la danza de la ceniza, el humo y los rayos. Veo con tristeza los vestigios de lo que alguna vez fue un pueblo, azotado por la naturaleza, bella y rencorosa.

     Camino de la mano del Sol por playas paradisíacas, desiertos floreados y bosques de ensueño, dejando una huella por donde pase, removiendo la arena con la punta de mis pies, recogiendo coloridas conchas, vacías ya de vida. Atravesando la selva, me escondo entre los troncos ya caídos para que la gente no me vea, pues tengo miedo de que me talen a mi también. Veo estructuras metálicas invadiendo los refugios de la naturaleza, como si fueran piezas de ajedrez, tratando de ganar la partida contra la naturaleza por un pedazo de tierra.

     Por las noches intento tomar la mano de la Luna, buscar las Estrellas y jugar con ellas hasta que el Sol se levante glorioso entre montañas antiguas, pero no logro distinguir las luces del cielo con las de la superficie. Una tierra que nunca duerme, donde conglomeraciones de ramas de metal que hacen brillar la cabeza como si fueran una luciérnaga y cuadros enormes de colores varios, no me permiten cerrar los ojos y observar el interior de mis párpados, en ritual sagrado para vivir un nuevo día. En cambio, me pierdo confundido. Las Estrellas me mandan mensajes con el Sol, pidiendo que vuelva a jugar con ellas al menos un día más. Astros celestes, también añoro su compañía.

     La Madre Tierra es sabia, cariñosa, cálida y vengativa. No olvida jamás a quienes la dañan a diario, quienes la castigan por su belleza en paisajes polares, solo por un par de abrigos blancos y unas hojas verde que no crecen en los árboles. He hablado con ella, y su deseo mas grande es engendrar esos papeles, para que nunca más exista una competencia por ellos. Pobre e inocente Naturaleza, no sabe que los hombres siempre deben competir por algo

     Cuando no sea el dinero, será la torre mas alta, la ciudad más poblada, el hombre más veloz o la mujer más bella. Contaminarán ciudades, países, continentes, solo con el afán de ser mejores que el de al lado. Y todo por su naturaleza humana. El medio ambiente es una acción con valor en descenso, al igual que la inocencia, la honestidad, la verdad, lo justo y la generosidad altruista. En el mercado de valores, se transa de todo menos valores. Solo desenfreno, números, estadísticas y esa hoja verde que no crece en los árboles.

     Pero la Naturaleza no olvida ni perdona. Las playas serán más cortas, los desiertos mas áridos, los bosques menos frondosos, el aire más espeso, los árboles mas egoístas, los animales más agresivos, el clima mas impredecible e implacable. Todo esto por un par de hojas verdes. El hombre es un animal confundido e incomprensible.

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