Apresurado corro a donde me dijeron que fuera. Corro como si mi vida dependiera de ello, y no me detendré hasta llegar allí, y a tiempo. Estoy desesperado por lograrlo, porque así fue como me dijeron que se sentía intentarlo. La verdad, mientras atravieso el terreno y mis piernas me impulsan hacia adelante, pienso que es lo que estoy haciendo, y me doy cuenta que no es mi trabajo responder esa pregunta, sino llegar al lugar señalado, a la hora indicada.
Corro como si mi vida dependiera de ello. Pero, ¿Realmente lo hace? En el camino veo como amigos mios paran a descansar, a conversar, a vivir un poco. ¿Porque se detienen a vivir, cuando de la carrera depende su vida? Personas que caminan tranquilamente, en su mayoría adultos mayores, giran su cabeza en ángulos imposibles con gestos de aprobación. Es lo que ellos hicieron, y ahora en el corto tiempo que les queda, siguen caminando. Aprendieron a vivir en movimiento y ya no pueden parar
Un niño me vio partir desde el inicio, y de vez en cuando lo miro para saber si sigue ahí, observando, confundido, porque no sabe si estoy corriendo hacia alguna parte o estoy arrancando de él. Niño, no sufras, no corro de ti, y cada momento separados es como un puñal atravesando mi conciencia, y mi único descanso de ese dolor agudo es la idea de verte en la meta, junto a mi.
Siento cansancio, y las piernas ya no siguen mis ordenes, es un movimiento mecanizado, como el vuelo de un pájaro hacia su nido, o el salto de una ballena para respirar y desahogar su vida de ballena. El otro día me dijeron que no saltaban tanto como todo el mundo dice. ¿Quién es todo el mundo? Cuantas ballenas conocerá para saber si lo que saltó es mucho o poco, y aunque conociera muchas, ¿Acaso conoce a esa ballena para saber si su salto de hoy es mayor que el de ayer y menor que el de mañana? No podemos medirnos por los logros de otros, sino por los propios, pues al final de camino esta mi meta, no la de otra persona.
Es verdad, veo gente corriendo más rápido y pasando velozmente a mi lado, levantando mis esperanzas del suelo con el viento que dejan, como estela de sus victorias. Pero si observas detenidamente, como yo, veras que sus rodillas están peladas de tanto golpe contra el piso. Nadie es perfecto, nadie subió la escalera en un día. No se si yo vaya a ganarle a alguien esta carrera sin sentido, porque no se si alguien realmente está compitiendo contra mi. Solo he visto gente en movimiento, borrosa, con sonrisas y lágrimas en los ojos, porque nada es lo que parece. Me pregunto si el mejor corredor de todos es el que a más gente a recogido en el camino, o simplemente el que llega en menos tiempo. Obvio, como en todo, hay atajos, y no esta mal tomarlos, o eso me han echo creer.
No se porque ni por quien corro, si es por mi, mis padres o hermanos, mis futuros hijos, nietos, bisnietos tal vez, depende de que tan larga será la vuelta de mi carrera. Solo espero que al final de este camino, pueda tomar un espejo y ver al niño que me vio partir, y con perlas de felicidad en mis ojos, jugar con él nuevamente a las escondidas. La última vez que jugamos, fue cuando empecé a correr. Nunca más lo pude encontrar.
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