jueves, 30 de julio de 2015

El Sueño Americano


     La conversación comenzó áspera. El no me conocía y yo a él tampoco. ¿Se llamaba Mauricio o Marcelo? No recuerdo bien, tal vez fue un martes o un jueves. Yo venía a dejar unos papeles de embargo, nada agradable. Timbrados, enumerados, firmados y con fuerza pública aprobada, ningún error, y yo aun no me sentía contento con lo que había echo. El jardín no era bonito, tampoco muy ordenado ni grande, pero cubría la deuda. Una lastima, se podría haber evitado con un mejor manejo del dinero, siempre el dinero.


     A la vuelta pase al mismo bar de siempre, Caffee Brasil. Me da risa el nombre, porque es como si el dueño no supiera que "coffee" estaba mal escrito. A decir verdad, el nombre fue la razón por la que empece a ir a ese lugar, me causaba algo de gracia en esa avenida muerta, seria. Además, estaba cerca del edificio, la mesera era bonita, y los precios eran módicos. Dinero, siempre dinero. Y ahí lo encontré, solo, ahogando el vaso en alcohol, para matar las penas. Me pidió la hielera que estaba cerca mío, se la acerque, me agradeció y pregunto mi nombre, a lo que yo pregunte el suyo, y no logro recordar cual era. Me contó un buen chiste de un negro y su amo blanco, y luego, entre llantos, me contó la historia de como perdió su jardín por el alcohol. Humor negro, ironía pura.

     Entre tragos de vino y sollozos, me explico que su familia siempre había estado encargada de ese jardín, desde su abuelo, y que en el permitían entrar a todos los niños de bajos recursos, y recibir alguna formación académica, dependiendo de lo que podían pagar. Todo se fue a la mierda cuando cayo en cuenta de que el no era un buen negociante como su padre o su abuelo, y apenas podía sostener los gastos de su casa con el pequeño puesto de carnes en el mercado de la avenida. Cuando se dio cuenta de que el jardín no generaba ingresos, y que los suyos no alcanzaban para abastecer su hogar y el jardín infantil, el alcoholismo rodeo su vida y lo abrazo, como una puta abraza a un padre de familia que engaña a su señora.

     No tuve el valor de decirle que todo era en parte mi culpa, porque entregue todo a tiempo y con los requisitos necesarios, porque me hubiera sentido obligado a forzar un error propio, y exponerme a perder mi trabajo. Créanme, no es de egoísta o poco empático, solo que no me parece bien tener que sacrificar todo mi esfuerzo por la pena de otro.

     Verán, en el mundo existen dos fuerzas poderosas, dos bandos opuestos que viven colisionando como partidos políticos. Uno es el amor, honesto, sincero, verdadero y respetable. En el otro esta el dinero, sucio dinero, y que nadie apuesta contra el dinero. Créanme, realmente nadie apuesta contra el dinero.

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