domingo, 23 de agosto de 2015

El Extranjero

     Suena el despertador. ¿Aún funciona? Me despierto divertido por la idea de tener un horario, y tener que obedecer a una pequeña maquinita que me molesta a diario. Salgo de mi cama, tomo una ducha, me pongo ropa que me guste, siempre cómoda. Camisas de repente, pareciendo serio de vez en cuando. Bajo, tomo desayuno, algo nutritivo de preferencia, huevo, jamón y algunos cereales, los que van quedando. Me lavo los dientes bien, porque lo del dolor de muelas es algo fatal. Lo leí en una revista de hace un par de años. Ordeno un poco el desastre que hay en la casa y escapo por una puerta de madera a la realidad de cada día.

     Estoy Sólo, no solo de soltería o solo de no tengo amigos. Solo de Soledad, no hay ningún otro ser humano en la tierra. Bueno, para ser sincero, no he recorrido mucho tampoco. Lo escuche en las noticias mientras las siguieron dando. De a poco, me fui quedando solo, y no entiendo por qué. No es que las demás personas se hubieran ido a Marte o algo así, simplemente empezaron a morir, una a una, sin mayor explicación que esa. Pero yo no. Yo quede solo, en una casa grande con espejos amplios que dejaban ver el extenso jardín verde, pero sin vida.

     Día a día avanzo una cuadra más, que es aproximadamente seis casas por lado. Voy saltando, de casa en casa, primero busco sobrevivientes, luego ropa, después alguna herramienta que me podría servir en el futuro. Por suerte yo tenía una de estas mochilas de montaña, esas grandes, donde me cabía prácticamente todo. Tenía un par de linternas, con suficientes pilas para unos días, un botiquín de primeros auxilios, ropa de cambio, comida en lata, botellas de agua, un revolver, no tengo idea que marca o calibre, y un libro de Neruda. Siempre me gusto su manera de transformar lo bello en horrendo, y vice versa. Generalmente si encontraba algo útil, como un cuchillo, o un abrelatas, lo guardaba en alguno de los bolsillos exteriores. Si encontraba zapatillas nuevas o mejores para caminar de mi talla, las cambiaba. Era siempre una aventura, pero no tenía con quien compartirla.

     Caminaba por la calle, mirando las casas, y al fondo había un supermercado. Repase rápidamente las casas y entre en el establecimiento comercial, en búsqueda de vituperios, herramientas, ropa y alguna compañía. Pasaban horas, días en los que no escuchaba mi voz. Lo único que me mantiene cuerdo es Neruda, y escribir mi propia historia. Escribo sin ese miedo que todos sentimos, ese susto a que alguien encuentre el diario, libro, conjunto de poemas, y nos juzgue. Siempre escribí con ese miedo, siempre elegimos las palabras con pinza, no porque nos importe la estética o la gramática, sino porque podrían reírse. Ahora lo hago porque es de las pocas cosas que me permiten sentirme humano otra vez. 

     Entré al supermercado, que estaba con las patas para arriba. Debe haber sido la desesperación de esos tres días en los que todos morían. Mi cabeza ya omitía los cuerpos muertos, ilesos, inertes, todo sin explicación alguna. Encontré mas pilas, saque sopas en latas y verduras en conserva, ideales para mantener una dieta sana. Camino por el pasillo doce, buscando paltas, que me gustan mucho. Sentí que algo me tocaba el hombro, me giro, no hay nadie. ¡¿No estoy Solo?! ¿Que es esto que siento?, Alegría, Miedo, ansiedad, decepción. ¿Decepción? Tal vez porque, de cierta manera, me gustaba estar Solo. Me gustaba no escuchar a nadie, olvidarme en mis pensamientos. Escucho una voz, De nuevo siento que alguien toca mi hombro, y no quiero voltear porque significaría renunciar a la vida que tengo ahora. ¡Déjenme tranquilo! ¡Me gusta estar Solo! ¡No quiero saber de prejuicios, opiniones contrarias, costumbres irritantes ni malos hábitos! Me toca de nuevo el hombro, y me doy vuelta para golpear lo que sea que me esta molestando de esta vida tranquila.

     Es mi hermana, me dice que deje de mirar mi celular como un idiota. Ya no estoy en el supermercado, estoy en la sala de estar de mi casa. Está mi hermano jugando FIFA, mi mama haciendo vida social en facebook, mi papa viendo el resumen deportivo y mi hermana me empuja, como si hubiera visto un hombre muerto. Tal vez eso es. ¿Estos años, todos estuvieron vivos excepto yo? No reconozco donde estoy, tampoco se bien como se llama mi familia, supongo que será normal ¿No? Osea, veo que todos están en lo mismo que yo. Veo la hora, solo han pasado cinco minutos ¡¿Solo cinco minutos?! Mi hermana me mira como quien mira a un desamparado, y la entiendo, perdí cinco minutos de mi vida. Pero ¿Realmente los perdí? Siento que no, que cada segundo fue usado en favor de un sueño, un anhelo, un mundo tranquilo, donde solo yo podía olvidarme de todos. ¿En qué tipo de mundo estará viviendo el resto de mi familia?

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