sábado, 30 de enero de 2016

Lápiz en Mano

Golpeando la mesa entró en el bar que acababa de abrir. Eran las ocho treinta y cinco de la madrugada y a ella le importaba una mierda. Es más, no solo entró, si no que lo hizo vociferando como condenada, gritando que si encontraba a su marido en algún rincón de aquel basural fuera de los ojos de dios, lo iba a colgar de los pulgares y azotarlo hasta que el alcohol emanara de sus llagas. Era una mujer bastante gráfica, al menos en lo que a verbo se refiere. Ahora que lo pienso, no eran las ocho treinta y cinco, si no las siete cuarenta y siete, y no era un bar, era un café con piernas. Suena mejor ¿No? Bueno, en fin, poco importa el lugar, dejémoslo en que simplemente era un antro de miseria y vulgaridad, y que buscaba a su hijo. Ahora no recuerdo si era su hijo o su marido. ¡Ya recordé! Era su hija, que trabajaba en un café con piernas en el centro. Se llamaba Sofía y se hacia llamar Zafiro, todo un clásico. Como sea, entró enajenada la madre de esta muchacha amenazando con descuerar a la pobre criatura, por eso decidí meter el pincel en la pintura, borre los caños y puse grandes piletas. Quite los tintados vidrios y ahora hay unos vitrales majestuosos con imágenes cotidianas. Del idealismo cotidiano, para ser exactos, solo gente paseando en extensos parques y perros corriendo en paradisiacas playas, olvídate de prostitutas ni vagabundos, nadie quiere ver esa cotidianidad. Se que esa es la realidad de la vida, pero esta es mi historia, y la pinto como yo quiera. Eliminemos las mujeres semidesnudas y las remplazamos por meseras con un blanco delantal y un vestido largo amarillo, estilo novicia rebelde, y un cajero sonriente, no ese depravado que vende desesperación. Y la madre no venia a castigar, viene a saludar y compartir un tibio café servido con cariño y cuidado ¿Ahora si suena bien o no?

Que va, muy aburrido, agreguémosle un poco de picante a la escena en cuestión. Es la hija la que viene a buscar a su madre, y ya no es un café, es un edificio abandonado donde adictos se juntan a olvidarse que son personas, consumiendo crack o cristales, o alguna droga del estilo, algo nocivo en extremo. No, alcohol no, muy cliché. En fin, es un lugar oscuro como el futuro de quienes están en la escena. La muchacha no es tal, es solo una niña buscando a su madre, la cual no tiene más de veinticinco años, lógico. La madre se encuentra acostada en el suelo sobre unos cartones mojados por el invierno ¡Eso es! Llueve torrencialmente, es un diluvio y la niña esta empapada con su haraposo vestido blanco, ella está sucia y escuálida por falta de cuidado. Dos hombres entran corriendo: Son miembros de la superintendencia de seguridad social y vienen a buscar a la niña. Ella llora de tal manera que pareciera ser la razón por la cual una tormenta se desataba afuera. La escena rompió los corazones de todos los presentes, rehabilitó a algunos, hizo más desdichados a otros. Eso no es lo peor: La niña no llora de miedo por la persecución de la cual acaba de ser víctima, la pobre llora de tristeza, desconsolada porque el pulso de la madre se encuentra muy lejos del edificio, debe estar de camino al infierno en este minuto. Gotas desmesuradamente solitarias caen de los ojos de la niña, mientras pálidas caras la observan con impotencia como la inocencia de esa pequeña abandona su cuerpo por las cuencas de sus ojos.

Olviden lo que acabo de decir, dejen que aclare mi mente, no puede ser que ese sea el final. Por ningún motivo ¡Mi madre me mataría! Podría incluso pensar, con razón, que tengo problemas mentales o un cuadro psicótico. No, nada de eso, es solo que a veces una tenue voz murmura ideas macabras a mi oído y me dejo llevar. No, no es un problema, es como un amigo imaginario. Si, se que tengo treinta y cuatro años ¿Que tiene que ver eso? Bueno, poco importa creo yo. La historia entonces será de esta manera: Una pequeña, tímida y avergonzada, llega al restaurante donde trabaja su madre, quien la mira extrañada y con sorpresa, pues la distancia entre su hogar y el local es considerable, por no decir que quedan en extremos opuestos de esta ciudad hipotética. La niña es rubia y lleva el pelo atado con una larga trenza, igual que su madre. Que divertido ¡Incluso se visten igual! Y la sorpresa de la madre se transforma en tristeza y resignación, era el primer día de trabajo de la pequeña. Hay que llevar el pan a la mesa. La madre le anuda el delantal y mira a su hija a los ojos. La niña estaba alegre porque ahora podría faltar al colegio y ver a su mamá todo el día.

Aun le falta algo. No quiero parecer un escritor marcado por un molde estereotipado por generaciones de enfermos mentales. Yo tengo esquizofrenia, y aún así me doy cuenta de que la vida no es tan dulce. Lo que pasa es que realmente me gustaría poder escribir lo que yo quisiera, pero la moral, la lógica o cualquier cosa me lo impide. Por mi, que la niña vaya a la cafetería a encontrar su gato que esta cantando las mañanitas a los agentes de seguridad social mientras un marido mujeriego toca el piano con los dedos de los pies, pero hacerlo seria mi boleto de ida a una habitación blanca y acolchada. Las cosas no son así de sencillas. Quiero hacerlo, de verdad quiero hacerlo, pero no puedo. Quien leería una barbaridad de ese tipo.

Vamos, todo de nuevo. Hay un joven calvo sentado a la mitad de la plazoleta principal, mucha gente al rededor expectante a lo que sucederá después. Una chispa, un fuego, y la piel crepitante irrumpe en una imagen monocromática, mientras las llamas consumen las amarillas túnicas y el rosario de madera se incinera lentamente. Nadie hace nada, y el joven no grita, no emite un ruido, ni una queja. Todos son locos de alguna manera. Buscar paz bombardeando desérticos parajes, eliminando el parásito, pero también el fruto que se busca proteger. Descuidados pájaros con hambre de sangre recorren las nubes en busca de su próxima presa. Un africano es perforado por plomo incandescente, un sueño que jamás vera cumplido, un sacrificio que nunca dejara de ser mencionado. Dios no es americano, y por ningún motivo es francés. Tampoco creo que sea humano en todo caso. Si Dios existe, debe ser un perro, dispuesto a mostrar los dientes si la amenaza irrumpe en sus jardines, pero el resto del tiempo solo busca cariño y atención, como perro casero. Una multitud vacía, llena de tristeza, odio, esperanza y represión, espera ansiosa que de la noche a la mañana todos sus sueños se vuelvan realidad.

Tengo problemas de concentración, es increíble la facilidad con la que divago mientras arreglo vidas ¡Hay tanto que hacer que quiero mejorar todo al mismo tiempo! Ya, concéntrate ¿Mujer u Hombre? Mujer, definitivamente, no hay suficientes historias de mujeres ¿Estado de animo? Creo que lo mejor es que este en shock, paralizada de miedo ¿Seguro? Si, si, seguro. Bueno no tengo nada que decir contra eso entonces pero ¿Donde esta? No me creerías si te dijera donde la he visto. ¿Vamos hombre, cuéntame, es su funeral o no? ¡Si! ¿Como lo supiste? Eres tan impresionable, olvidas que soy parte de ti ¿Lo recuerdas? ¿Como? ¿A que te refieres? Sabes que cada uno tiene sus secretos y emociones, no me vengas con cuentos absurdos ¿Tan inocente eres? Se que la mujer escucha como sus sueños son derribados por cada golpe de ese fatídico martillo. El contacto de la cabeza de hierro con la delgada madera produce un sonido hueco que perfora su craneo, una, otra y otra vez. De súbito el golpeteo cesa para abrir paso a una lluvia que azota intermitentemente la puerta de su hogar. "Todo se va a inundar" pensaba ella, he intentaba despertar de aquel turbio sueño. La lluvia cae en intervalos, cada vez más pesada, fustigando la madera barnizada, y la mujer siente como sus fuerzas ya no son suficientes para abrir la puerta. De pronto, la lluvia cesa, y, sintiéndose aliviada, la mujer intenta salir de su hogar, solo para darse cuenta de que la puerta ya no abre, las ventanas no existen y su casa, poco a poco, se encoge hasta el porte de un baúl. Entre la desesperación logra escuchar un anciano repitiendo, zalameramente, lo buena que había sido en vida y lo irreemplazable que seria para sus seres queridos. Se golpeaba la cabeza, intentando despertar, solo para darse cuenta que nunca estuvo dormida, golpeo la madera tan fuerte como pudo, pero nunca nadie sintió nada, y ella sigue ahí, y nadie nunca sabrá como es que feneció realmente.

No lo puedo creer ¡Es exactamente lo que había pensado! ¿Como lo hiciste? Te repito, no hay nada que puedas hacer sin que yo me entere, jamás podrás esconderme un secreto, nunca podrás enamorarte sin que yo sepa cada uno de los detalles, sé, y siempre sabré, todo de ti, incluso lo que tu no recuerdes, tengo acceso a cada rincón de tu mente. ¡Basta! ¡Yo soy una persona independiente de ti! ¡Tu no eres más que una abominación! Puede ser que yo no tenga cuerpo propio, pero un día lograre quitarte la cordura y tu cuerpo pasara a ser mío ¡No! ¡Nunca!

El escritor se levanto de su estudio y corrió al espejo, no podía soportar ver su rostro. Tomó un gorro y escondió la cara de quien estaba aterrorizándolo porque sabia que compartía no solo el cráneo, sino también sentimientos, ideas, opiniones y emociones, todo esto contra su voluntad. Todos los días miraba los cuchillos de su cocina y se preguntaba como aniquilar aquel monstruo que, poco a poco, hilo por hilo, descosía su mente y dejaba escapar la cordura. Un día  el endemoniado rostro vencería, y él lo sabia, solo estaba tratando de llevarse todo el tiempo que pudiera consigo. Las manecillas del reloj dieron las doce y un pájaro de madera canto cuatro veces. Cuando la falsa ave se escondió en su casa de madera el escritor despertó, caminó al baño y se dio cuenta de que todo era un sueño, levantó su cabeza y se miro al espejo. El reflejo movió los labios y escuchó como alguien murmuraba a su oído, como si el sonido viniera de adentro, no de afuera. "Siempre estaremos juntos". 

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