Golpeando
la mesa entró en el bar que acababa de abrir. Eran las ocho treinta y cinco de
la madrugada y a ella le importaba una mierda. Es más, no solo entró, si no que
lo hizo vociferando como condenada, gritando que si encontraba a su marido en
algún rincón de aquel basural fuera de los ojos de dios, lo iba a colgar de los
pulgares y azotarlo hasta que el alcohol emanara de sus llagas. Era una mujer
bastante gráfica, al menos en lo que a verbo se refiere. Ahora que lo pienso,
no eran las ocho treinta y cinco, si no las siete cuarenta y siete, y no era un
bar, era un café con piernas. Suena mejor ¿No? Bueno, en fin, poco importa el
lugar, dejémoslo en que simplemente era un antro de miseria y vulgaridad, y que
buscaba a su hijo. Ahora no recuerdo si era su hijo o su marido. ¡Ya recordé!
Era su hija, que trabajaba en un café con piernas en el centro. Se llamaba Sofía
y se hacia llamar Zafiro, todo un clásico. Como sea, entró enajenada la madre
de esta muchacha amenazando con descuerar a la pobre criatura, por eso decidí
meter el pincel en la pintura, borre los caños y puse grandes piletas. Quite
los tintados vidrios y ahora hay unos vitrales majestuosos con imágenes
cotidianas. Del idealismo cotidiano, para ser exactos, solo gente paseando en
extensos parques y perros corriendo en paradisiacas playas, olvídate de
prostitutas ni vagabundos, nadie quiere ver esa cotidianidad. Se que esa es la
realidad de la vida, pero esta es mi historia, y la pinto como yo quiera.
Eliminemos las mujeres semidesnudas y las remplazamos por meseras con un blanco
delantal y un vestido largo amarillo, estilo novicia rebelde, y un cajero
sonriente, no ese depravado que vende desesperación. Y la madre no venia a
castigar, viene a saludar y compartir un tibio café servido con cariño y
cuidado ¿Ahora si suena bien o no?
Que
va, muy aburrido, agreguémosle un poco de picante a la escena en cuestión. Es
la hija la que viene a buscar a su madre, y ya no es un café, es un edificio
abandonado donde adictos se juntan a olvidarse que son personas, consumiendo
crack o cristales, o alguna droga del estilo, algo nocivo en extremo. No,
alcohol no, muy cliché. En fin, es un lugar oscuro como el futuro de quienes
están en la escena. La muchacha no es tal, es solo una niña buscando a su
madre, la cual no tiene más de veinticinco años, lógico. La madre se encuentra
acostada en el suelo sobre unos cartones mojados por el invierno ¡Eso es!
Llueve torrencialmente, es un diluvio y la niña esta empapada con su haraposo
vestido blanco, ella está sucia y escuálida por falta de cuidado. Dos hombres
entran corriendo: Son miembros de la superintendencia de seguridad social y
vienen a buscar a la niña. Ella llora de tal manera que pareciera ser la razón
por la cual una tormenta se desataba afuera. La escena rompió los corazones de
todos los presentes, rehabilitó a algunos, hizo más desdichados a otros. Eso no
es lo peor: La niña no llora de miedo por la persecución de la cual acaba de
ser víctima, la pobre llora de tristeza, desconsolada porque el pulso de la
madre se encuentra muy lejos del edificio, debe estar de camino al infierno en
este minuto. Gotas desmesuradamente solitarias caen de los ojos de la niña,
mientras pálidas caras la observan con impotencia como la inocencia de esa
pequeña abandona su cuerpo por las cuencas de sus ojos.
Olviden
lo que acabo de decir, dejen que aclare mi mente, no puede ser que ese sea el
final. Por ningún motivo ¡Mi madre me mataría! Podría incluso pensar, con
razón, que tengo problemas mentales o un cuadro psicótico. No, nada de eso, es
solo que a veces una tenue voz murmura ideas macabras a mi oído y me dejo
llevar. No, no es un problema, es como un amigo imaginario. Si, se que tengo
treinta y cuatro años ¿Que tiene que ver eso? Bueno, poco importa creo yo. La
historia entonces será de esta manera: Una pequeña, tímida y avergonzada, llega
al restaurante donde trabaja su madre, quien la mira extrañada y con sorpresa,
pues la distancia entre su hogar y el local es considerable, por no decir que
quedan en extremos opuestos de esta ciudad hipotética. La niña es rubia y lleva
el pelo atado con una larga trenza, igual que su madre. Que divertido ¡Incluso
se visten igual! Y la sorpresa de la madre se transforma en tristeza y
resignación, era el primer día de trabajo de la pequeña. Hay que llevar el pan
a la mesa. La madre le anuda el delantal y mira a su hija a los ojos. La niña
estaba alegre porque ahora podría faltar al colegio y ver a su mamá todo el
día.
Aun
le falta algo. No quiero parecer un escritor marcado por un molde estereotipado
por generaciones de enfermos mentales. Yo tengo esquizofrenia, y aún así me doy
cuenta de que la vida no es tan dulce. Lo que pasa es que realmente me gustaría
poder escribir lo que yo quisiera, pero la moral, la lógica o cualquier cosa me
lo impide. Por mi, que la niña vaya a la cafetería a encontrar su gato que esta
cantando las mañanitas a los agentes de seguridad social mientras un marido
mujeriego toca el piano con los dedos de los pies, pero hacerlo seria mi boleto
de ida a una habitación blanca y acolchada. Las cosas no son así de sencillas.
Quiero hacerlo, de verdad quiero hacerlo, pero no puedo. Quien leería una
barbaridad de ese tipo.
Vamos, todo de nuevo.
Hay un joven calvo sentado a la mitad de la plazoleta principal, mucha gente al
rededor expectante a lo que sucederá después. Una chispa, un fuego, y la piel
crepitante irrumpe en una imagen monocromática, mientras las llamas consumen
las amarillas túnicas y el rosario de madera se incinera lentamente. Nadie hace
nada, y el joven no grita, no emite un ruido, ni una queja. Todos son locos de
alguna manera. Buscar paz bombardeando desérticos parajes, eliminando el parásito,
pero también el fruto que se busca proteger. Descuidados pájaros con hambre de
sangre recorren las nubes en busca de su próxima presa. Un africano es perforado
por plomo incandescente, un sueño que jamás vera cumplido, un sacrificio que
nunca dejara de ser mencionado. Dios no es americano, y por ningún motivo es francés.
Tampoco creo que sea humano en todo caso. Si Dios existe, debe ser un perro,
dispuesto a mostrar los dientes si la amenaza irrumpe en sus jardines, pero el
resto del tiempo solo busca cariño y atención, como perro casero. Una multitud vacía,
llena de tristeza, odio, esperanza y represión, espera ansiosa que de la
noche a la mañana todos sus sueños se vuelvan realidad.
Tengo
problemas de concentración, es increíble la facilidad con la que divago
mientras arreglo vidas ¡Hay tanto que hacer que quiero mejorar todo al mismo
tiempo! Ya, concéntrate ¿Mujer u Hombre? Mujer, definitivamente, no hay suficientes
historias de mujeres ¿Estado de animo? Creo que lo mejor es que este en shock,
paralizada de miedo ¿Seguro? Si, si, seguro. Bueno no tengo nada que decir
contra eso entonces pero ¿Donde esta? No me creerías si te dijera donde la he
visto. ¿Vamos hombre, cuéntame, es su funeral o no? ¡Si! ¿Como lo supiste? Eres
tan impresionable, olvidas que soy parte de ti ¿Lo recuerdas? ¿Como? ¿A que te
refieres? Sabes que cada uno tiene sus secretos y emociones, no me vengas con
cuentos absurdos ¿Tan inocente eres? Se que la mujer escucha como sus sueños
son derribados por cada golpe de ese fatídico martillo. El contacto de la
cabeza de hierro con la delgada madera produce un sonido hueco que perfora su craneo,
una, otra y otra vez. De súbito el golpeteo cesa para abrir paso a una lluvia
que azota intermitentemente la puerta de su hogar. "Todo se va a
inundar" pensaba ella, he intentaba despertar de aquel turbio sueño. La
lluvia cae en intervalos, cada vez más pesada, fustigando la madera barnizada,
y la mujer siente como sus fuerzas ya no son suficientes para abrir la puerta.
De pronto, la lluvia cesa, y, sintiéndose aliviada, la mujer intenta salir de
su hogar, solo para darse cuenta de que la puerta ya no abre, las ventanas no
existen y su casa, poco a poco, se encoge hasta el porte de un baúl. Entre la
desesperación logra escuchar un anciano repitiendo, zalameramente, lo buena que
había sido en vida y lo irreemplazable que seria para sus seres queridos. Se
golpeaba la cabeza, intentando despertar, solo para darse cuenta que nunca
estuvo dormida, golpeo la madera tan fuerte como pudo, pero nunca nadie sintió
nada, y ella sigue ahí, y nadie nunca sabrá como es que feneció realmente.
No
lo puedo creer ¡Es exactamente lo que había pensado! ¿Como lo hiciste? Te
repito, no hay nada que puedas hacer sin que yo me entere, jamás podrás
esconderme un secreto, nunca podrás enamorarte sin que yo sepa cada uno de los
detalles, sé, y siempre sabré, todo de ti, incluso lo que tu no recuerdes,
tengo acceso a cada rincón de tu mente. ¡Basta! ¡Yo soy una persona
independiente de ti! ¡Tu no eres más que una abominación! Puede ser que yo no
tenga cuerpo propio, pero un día lograre quitarte la cordura y tu cuerpo pasara
a ser mío ¡No! ¡Nunca!
El
escritor se levanto de su estudio y corrió al espejo, no podía soportar ver su
rostro. Tomó un gorro y escondió la cara de quien estaba aterrorizándolo porque
sabia que compartía no solo el cráneo, sino también sentimientos, ideas,
opiniones y emociones, todo esto contra su voluntad. Todos los días miraba los
cuchillos de su cocina y se preguntaba como aniquilar aquel monstruo que, poco
a poco, hilo por hilo, descosía su mente y dejaba escapar la cordura. Un día
el endemoniado rostro vencería, y él lo sabia, solo estaba tratando de
llevarse todo el tiempo que pudiera consigo. Las manecillas del reloj dieron
las doce y un pájaro de madera canto cuatro veces. Cuando la falsa ave se
escondió en su casa de madera el escritor despertó, caminó al baño y se dio
cuenta de que todo era un sueño, levantó su cabeza y se miro al espejo. El
reflejo movió los labios y escuchó como alguien murmuraba a su oído, como si el
sonido viniera de adentro, no de afuera. "Siempre estaremos juntos".
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