domingo, 19 de marzo de 2017

Espejos

Mi psicólogo me dice que haga una fiesta, que sería una buena situación para obligarme a socializar, a dejar de lado mi ansiedad. ¿Cómo le explico que lo que siento no es ansiedad, sino incomodidad? No encajo en una conversación, ni aunque sea con el espejo, y no entiendo un chiste aunque me lo expliquen con subtítulos. Es increíble, pero simplemente no se me da. Una fiesta quiere que haga. Antes mejor me perforo el cráneo con unos gramos de plomo. Además, ¿qué necesito para hacer una fiesta? ¿Qué carajo es una fiesta en realidad? Recuerdo alguna vez haber participado en alguna, desempeñando el papel del tipo que se sienta al lado de la barra mirando el vaso y preguntándose cuanto tiempo le llevará al hielo descongelarse y hacer aún más desabrida mi bebida. 

Cuando le pregunté al genio de la idea qué era una fiesta me respondió impaciente que a estas alturas del partido ya todos saben lo que es una fiesta. Linda la cosa, me entrega un puzzle y cuando le pregunto cómo se arma, me trata de idiota. No puedo creer que le sea tan difícil explicarme con más palabras lo que puede decir con una, si se supone que estos tipos son los maestros en la venta de humo. ¿Qué necesita una tertulia para pasar a ser una fiesta? ¿Alcohol barato y en cantidades industriales? ¿Personas promiscuas acompañadas de tipos impresionables? Lo más interesante que he hecho por el estilo ha sido tomar el desayuno frente a un espejo, y aun así me sentí opacado por mi propia compañía.


Para mí no es sencillo entender qué es una fiesta, qué es lo que conlleva, sus requisitos y características, y saber que todo el mundo entiende cada rama del concepto me causa más ansiedad aún. Todos lo saben menos yo. Cruda realidad. De todas maneras, pensaba probar igual este experimento social, solo por curiosidad, por lo que partí a comprar un espejo más, instalarlo en el comedor y tuve una fiesta. No fue nada muy jocoso ni descontrolado, solo un par de tragos. La compañía se sintió bien, tal vez compre un tercer espejo. Hay que aventurarse.

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