sábado, 1 de julio de 2017

Hipocresía

            Los sentidos del ser humano no son solo cinco. Cualquiera lo sabe. También está el equilibrio y la orientación, entre otros. Sin embargo, solo son cinco los más importantes, los que nos enseñan de pequeños, los que están presente todo el tiempo. El olfato, el tacto, el gusto, el oído y la vista. Este último, personalmente, es el más importante, y sin el cual no podría vivir. El oído tampoco lo desprecio, ya que nos entrega la música y la voz de nuestros seres queridos. Aún así, es la vista la que se lleva toda mi atención. La capacidad de observar los colores que decoran el otoño, de ver cómo se suspenden en el aire las hojas castañas, de apreciar como el viento mueve los árboles y sus brazos desnudos. La capacidad de leer un buen libro, acompañado de un escenario fantástico.

            Leer. La gran razón por la cual la vista se alza sobre el resto de los sentidos. Conocimientos, emociones, dramas, comedias, tragedias y simples relatos, descansando entre portadas el momento de liberar sus palabras y formar con ellas una escalera que nos lleve a un mundo distinto. No sé si mejor o peor, pero distinto. Un lugar que tal vez no siga nuestras leyes, o quizás las siga demasiado. Donde el aire sea un hogar y el agua un camino. Un mundo diferente, donde ser igual sea lo correcto, donde los árboles sean más que decoración, donde los animales dominen al hombre. Un sitio libre de los canones que esclavizan al hombre dentro de la realidad.

            Quebrar las leyes impuestas por la lógica. Destrozar las ideas preconcebidas de que todo debe ser de una forma. Estudiar, trabajar, tener una familia. A la hora de escribir, todo eso desaparece y solo existe la nada. Puedes crear un libro que se pueda leer de infinitas maneras, sin necesidad de respetar números o cronologías. Julio Cortázar sabía hacerlo bien. Destruyó la idea de escribir de manera lineal, se cagaba en el orden, los patrones, los números o las secuencias. Creó una historia que puede ser revisada como al lector le venga en gana. Al menos es lo que dijo él. Tal vez, como Oliveira, buscaba convertir el libro en algo que no es.

            La vista nos permite leer libros fascinantes. No siempre tienen setecientas treinta y seis páginas de complejidad moral y cuestiones existenciales. A veces solo tienen noventa y cuatro, con letra grande y en una hoja enana. "Bonsái" es así, en una hora se lee sin problemas. Pero que sea corto no le quita intensidad, a pesar de que el autor no parezca tener afecto alguno por aquellos seres imaginarios que dependen de su voluntad. Zambra se queda con lo importante, lo que quiere contar, y olvida lo que quiere que el lector no vea. Eso es la literatura, manipular la existencia creada y distribuir emociones al antojo.

            A veces hay quienes deliberadamente rompen, ya sea por casualidad o con intención, las estructuras ideadas durante tanto tiempo. Papini nunca le puso capítulos a "Gog", nunca conectó realmente los setenta relatos de aquel multimillonario hawaiano, jamás se preocupó en darle una soga al lector para aferrarse cuando se sintiera perdido. Y he ahí la belleza de esta "novela". El rupturismo, el odio a la religión, su intención de apuñalar las costumbres establecidas en la civilización de la época. La hipocresía como la expresión más completa de la naturaleza humana. Leer es el pasatiempo más increíble del mundo.

            No siempre es el autor quien cranea toda la obra. Algunos, como Dumas, se dejan influenciar por reliquias, pergaminos o memorias. Y no siempre deben ser completamente rupturistas para crear algo nuevo, de ser así, lo nuevo sería la regla y nos llamaría la atención que una misma idea se repitiera alguna vez. Además, no hay nada más reconfortante que encontrar un estilo y aferrarse a él, como un niño a la pierna de su madre. La verdad es que todo escritor es dueño de su propio mundo, decidiendo si quiere crear uno nuevo o simplemente modificar la existencia de este plano de la realidad . Jugar con emociones de verdad, imbuir la historia de sentimientos que en realidad no estuvieron ahí, o al menos no nos consta. Como la sed de venganza de Dantés o el amor traicionero de Mondego.

            A estas alturas puede generarse la duda, fundada, de que será mejor: ¿Escribir o leer? No existe lo segundo sin lo primero, y personalmente creo que lo escrito no tiene sentido alguno si careciera de un lector ansioso por devorar las palabras que la obra contiene. Se entrelazan, siendo acciones distintas se alternan, se apoyan mutuamente, y logran finalmente avanzar en paralelo. Lo escrito cobra sentido una vez leído, y la lectura es el fundamento de la escritura. Huxley escribió "Contrapunto" jugando con la idea de la alternancia de acciones simultáneas que avanzan en paralelo. Transportó el término desde la música a la literatura, y construyó un universo donde la "musicalización" cobra sentido. Ya nada pertenece solo a una esfera, la música se mezcla con la escritura, los sonidos con las imágenes. Por dios, que maravilloso es escribir y leer.

            Estos libros encierran emociones, sentimientos, no solo la intención de generar un efecto en el lector, sino un efecto en el autor mismo. Complejidades de hace siglos son aún contemporáneas, dudas existenciales que no han sido respondidas, y que tal vez nunca lo hagan. Todos estos libros demuestran lo maravilloso de la escritura. La capacidad de deleitarnos con su lectura es invaluable, incomparable. Solo un ciego puede permitirse no leer, ¡Y ni aun así!  Están el resto de los sentidos para apoyar a quienes sufren de tan grave situación. Todos estos libros nos muestran que la lectura es lo mejor que le ha pasado a la humanidad. Lástima que no he leído ninguno de ellos.


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