Luis Alberto Spinetta canta sobre los puentes amarillos de
Van Gogh durante nueve minutos con diez segundos. Bueno, a decir verdad, no los
canta completos ni mucho menos, y eso que la mitad del tiempo que pasa cantando,
en realidad, es más parecido a un solo vocal más que un canto propiamente tal.
Como sea, Luis Alberto es y siempre seguirá siendo El Flaco, un héroe Argentino
y colonizador de orejas acostumbradas al rock pop transandino. Un genio de
nacimiento y loco hasta su muerte, encariñado de la música y la armonía. ¿Que
tiene que ver esto con lo que quiero contar? Bueno, nada en realidad, y todo un
poco al mismo tiempo. Por allí en redes sociales vi una bonita foto de un
puente verde con una mujer en cuclillas, agazapada bajo la baranda de la
estructura de madera, como esperando para atacar al público. Eso me hizo pensar
en La Cantata de Puentes Amarillos que escribió Spinetta cuando tocaba con
Pescado Rabioso. Y de ahí me acorde del cuadro pintado por Monet, donde
inmortalizaba una estructura similar a la primera foto, pero de color rojo y
sobre unos lirios preciosos, todo en su increíble jardín de Giverny.
Ahora me da un poco de risa la verdad, por que me doy cuenta que en realidad ese puente rojo, de colorado no tiene nada más que el reflejo del atardecer sobre el agua. Recuerdo haber visto el cuadro en la exposición de Monet que se realizó en Vancouver durante Julio del año pasado, incluso tome fotos de cada uno de los cuadros que retrataba la construcción, pero sorpresa la mía cuando veo un manchón verde claramente reconocible como el puente que creía rojo, mas nunca lo fue. Una construcción de estilo japonés escondida en este jardín francés, obra de un excelso artista, mi favorito para ser honestos. Pero es verde, no rojo. Lo vi rojo, lo recordaba rojo y habría apostado la planta de mi pie izquierdo a que rojo era. Pero habría perdido la apuesta, y junto a ella, la capacidad de pasear por el centro de Santiago simétricamente. La memoria es un lugar fascinantemente frágil y manipulable.
Ya se por qué creí ver rojo lo que nunca lo fue, y es por que uno de los cuadros de “Le Pont Japonais” era en el atardecer de otoño, probablemente, y todo alrededor del puente era rojo, amarillo o anaranjado. No recordaba haber observado con escrutinio un color verdoso ni levemente oscurecido, sino un rojo claro y fulgurante. Mi memoria lo recordaba con ahínco porque había llamado mi atención la técnica utilizada, ese impresionismo que se escapaba junto al sol en tan solo un momento. Un increíble profesor me enseñó una vez que Monet se sentaba durante todo el día a pintar distintos cuadros, desarrollando cada uno a distintos horarios pero desde el mismo lugar, ya que el movimiento del sol cambiaba completamente el paisaje y el impresionismo se trata de eso, fidelidad a la realidad, reflejo del mundo bajo pinceladas difuminadas y siluetas borrosas sobre una realidad abstraída directamente del sol, de las estructuras, de los colores y la vida misma.
Monet no pintaba lo que imaginaba, ni lo que creía importante, no se enfocaba sobre un detalle o pasaba por alto una característica del paisaje que no fuera de su agrado. La realidad se reflejaba en su pintura, con las inclemencias de la misma, con los defectos propios de la verdad, honesto y libre de pretensiones personales. Y aún así yo osé a modificar en mi subconsciente una de sus obras. La mente a veces nos traiciona de maneras increíbles, y otras veces juega con nosotros como un titiritero sobre sus muñecos. La verdad es que me gustaría ver como es ese cuadro con el puente rojo en vez de verde, pero es probable que Monet se esté revolcando en su tumba mientras yo solo sugiero tal idea. Tal vez lo verde deba seguir siendo verde y lo rojo, rojo. A fin de cuentas, y siendo honesto, la pintura nunca fue lo mío.
Ahora me da un poco de risa la verdad, por que me doy cuenta que en realidad ese puente rojo, de colorado no tiene nada más que el reflejo del atardecer sobre el agua. Recuerdo haber visto el cuadro en la exposición de Monet que se realizó en Vancouver durante Julio del año pasado, incluso tome fotos de cada uno de los cuadros que retrataba la construcción, pero sorpresa la mía cuando veo un manchón verde claramente reconocible como el puente que creía rojo, mas nunca lo fue. Una construcción de estilo japonés escondida en este jardín francés, obra de un excelso artista, mi favorito para ser honestos. Pero es verde, no rojo. Lo vi rojo, lo recordaba rojo y habría apostado la planta de mi pie izquierdo a que rojo era. Pero habría perdido la apuesta, y junto a ella, la capacidad de pasear por el centro de Santiago simétricamente. La memoria es un lugar fascinantemente frágil y manipulable.
Ya se por qué creí ver rojo lo que nunca lo fue, y es por que uno de los cuadros de “Le Pont Japonais” era en el atardecer de otoño, probablemente, y todo alrededor del puente era rojo, amarillo o anaranjado. No recordaba haber observado con escrutinio un color verdoso ni levemente oscurecido, sino un rojo claro y fulgurante. Mi memoria lo recordaba con ahínco porque había llamado mi atención la técnica utilizada, ese impresionismo que se escapaba junto al sol en tan solo un momento. Un increíble profesor me enseñó una vez que Monet se sentaba durante todo el día a pintar distintos cuadros, desarrollando cada uno a distintos horarios pero desde el mismo lugar, ya que el movimiento del sol cambiaba completamente el paisaje y el impresionismo se trata de eso, fidelidad a la realidad, reflejo del mundo bajo pinceladas difuminadas y siluetas borrosas sobre una realidad abstraída directamente del sol, de las estructuras, de los colores y la vida misma.
Monet no pintaba lo que imaginaba, ni lo que creía importante, no se enfocaba sobre un detalle o pasaba por alto una característica del paisaje que no fuera de su agrado. La realidad se reflejaba en su pintura, con las inclemencias de la misma, con los defectos propios de la verdad, honesto y libre de pretensiones personales. Y aún así yo osé a modificar en mi subconsciente una de sus obras. La mente a veces nos traiciona de maneras increíbles, y otras veces juega con nosotros como un titiritero sobre sus muñecos. La verdad es que me gustaría ver como es ese cuadro con el puente rojo en vez de verde, pero es probable que Monet se esté revolcando en su tumba mientras yo solo sugiero tal idea. Tal vez lo verde deba seguir siendo verde y lo rojo, rojo. A fin de cuentas, y siendo honesto, la pintura nunca fue lo mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario