No se como empezar a escribir lo que tengo en mente. La verdad es que es un tema que me fascina, pero es un pensamiento que tomé prestado de otro lado, otra persona. A quienes me leen, si alguno lo llegase a hacer con frecuencia, sabrán que roo sin vergüenza. Usurpo frases, ideas, sensaciones. Soy un abductor de palabras y conjunciones, un ladrón de conceptos. Recopilo aquello que el aire desprende, recojo las migajas que los transeúntes dejan a su paso y luego tomo todo para desparramarlo sobre mi libreta, lo dejo caer con azar, luego lo ordeno someramente y subo el contenido terminado, prácticamente sin revisión alguna. Siempre, inevitablemente, se me colará una falta de ortografía, lo digo como un dato tanto como advertencia. Supieran como es en realidad mi libreta.
¿A quienes les robo? A pesar de que me gustaría decirme un Robin Hood de la literatura, suelo echar mano a todo lo que esta a mi alcance, sin discriminar realmente el origen. Las palabras son palabras, serán palabras y quedarán como palabras por siempre: Conjunción de letras confabulándose de manera tal que logran transmitir algo. En mi caso, idealmente un sentimiento. Si recurro a mi memoria, donde esta debería ubicarse al menos, recuerdo haber tomado algunas frases sueltas de un concierto dado por Jorge Drexler, por allí a inicios del año 2019. En un mochileo, hace no mucho, un amigo contó un sueño que tuvo y me adueñe de los derechos para escribir sobre tan fantástico mundo onírico. Creo que soy capaz de remontarme al año 2015, a las influencias vocales de Ignacio Fornes Olmo, mejor conocido como Nach. Largos trayectos interurbanos colgando de su música híperurbanizada.
¿Me siento culpable de estos robos intelectuales, de estos desvergonzados hurtos literarios? La verdad es que no, ni un poco, ni siquiera los consideraría como un lejano zumbido en la noche más cálida del verano. Honestamente siento que le dan una cercanía a la realidad, es una huella que estampa la imagen de lo que me rodea, la circunstancia como escenario, el contexto como antecedente. La canción que suena justo en su momento, la nota precisa, el compas exacto. Lo propio no es mío, sino de todos. Los pájaros, con su trinar caleidoscópico, son oídos por todos, o al menos pueden serlo. La vida es una caja de chocolates.
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