sábado, 20 de febrero de 2021

Y Más


La sonrisa que habita tu rostro, esa que nace transparente en tus honestos ojos, la misma que pincelea alegrías al voleo sobre la blanca tela de mi alma presta, alumbra el camino serpenteante que a veces recorro solo, preso del cavilar insufrible que revolotea en bandada sobre el techo de mi pensadero. Es en tu pecho donde descansan las secas lagrimas que llenan el vacío vaso de la existencia, gota por gota, grano por grano. Eres el remo que me acompaña al otro del río. Eres el suspiro que el viento libera sobre la copa de los árboles, el suave cántico que hace el viento al recorrer los recovecos de las montañas. El eco de mi torso en tu espalda, la calidez de tus brazos de lana, una bufanda de piel que reconforta el corazón rengueante. Eres todo eso y algo más.

 

El olor del pasto por la madrugada, el frío del rocío que se evapora bajo el tibio calor de alba. La iridiscente luz que atraviesa la neblina tenue, hilvanada con los pensamientos que se tejen en mi cabeza. A veces solo hace falta el atisbo de un color, tu personalidad tan amarilla, que contrasta con mi azul profundo. La mirada blanca limpia de penas las noches en vela, mientras tu manos entibian con su rojo fulgor el frío invierno que se cierne, intermitente, sobre las pestañas entrelazadas. Tu azul se vuelve océano, con el sol colgando bajo su crepúsculo, invitando a sumergirme en lo más profundo de las corrientes que albergas en la sien. Dentro de mi escafandra, eres aire, sol, lluvia, viento, tormenta y paz. Eres todo eso y tanto más.

 

A veces la distancia se siente eterna, las fotos opacas, los ruidos sordos y mis palabras saltan desde mis labios para morir en el profundo silencio en el que se ahogan mis pulmones. La fragilidad del sonido es abrumadora, especialmente en su ausencia. Son tus letras esquivas las que más ruido hacen, las que resuenan en mis témpano, vibrando incansablemente hasta el agotamiento. Tus frases con vergüenza, vocales sonrojadas, esas que disparas mirando hacia otro lado, son las que llenan de calor el pecho, redoblan el retumbar y dibujan sobre mi rostro bosquejos de emociones que no soy capaz de definir. Eres como la plácida calma entre la inexorable fragilidad del ser, los colores que se escapan del dibujo, el ruido de la madrugada, el frío al caminar por la calle, el ruido de las hojas secas, el olor a café. El crepitar del mar y las luces de la noche. Para mi eres todo esto. Todo esto y mucho más.

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