La maldición de la felicidad
es que casi siempre la encontramos tarde y añejada en tiempo, al observar en
retrospectiva la vida misma. Es raro encontrar la paz suficiente para detener
todo en el fotograma exacto, ese que golpea el acorde oportuno en el compás
preciso. Y no digo que sea encontrar el significado de la vida ni descubrir el
sentido de divagar dando tumbos entre lugares y momentos. Puede ser el calor
del sol, la quietud de la brisa, el volar de un pájaro, la imagen de una
cordillera vestida de novia. Allí reside un poco la magia de estar vivos:
descubrir los pequeños placeres. Es un momento de autoconocimiento, de
reflexión, un segundo de realización. Una cápsula de vida.
A veces cuesta quitarse de
encima el esquema de nueve a siete, salir del cubículo y saltar de la silla
giratoria. La vida ocurre a todas horas, no importa cuando leas esto. Creo que
son las diez, pero podrían ser las dos, y ustedes no sabrán si hablo de la
mañana o la tarde. Todo es un tanto relativo cuando cambian las perspectivas.
En definitiva, no digo que la vida se viva de una sola forma, o que haya
quienes se equivoquen al vivirla. La verdad es, que probablemente todos estamos
equivocados y hay algo de increíble en eso, una especie de camaradería, un
sentido de unidad, comunidad. Vamos todos nadando contra la corriente y se
siente bien. A veces agota y nos dejamos llevar río abajo, flotando con los
ojos clavados en una nube. Luego sembramos los pies en la cuenca y damos la
pelea de nuevo. Huir es fácil, irse es lo que cuesta.
En una vida donde todos
tratan de tener color, mostrar vida, vibrar alto y emanar energía, donde todos
necesitan “hacer algo”, creo que nos hace falta “hacer nada” de vez en cuando.
El tiempo se mueve lento cuando estamos solos, y corre acompañado. Hay que
descansar de esta maratón y darnos tiempos para cargar energía. Entender que
esto no es una carrera contra nadie. Miramos a los lados y vemos gente yendo
más deprisa, más seguido, con más energía. No tratemos de ser ellos. Ellos
están bien, nosotros también. No compararnos es una utopía, somos competitivos
de fábrica, pero entender que tenemos otro ritmo, funcionamos en otra
frecuencia. Calma, respira y levanta la cabeza. Queda camino y tiempo. No
pierdas la vida mirando la carrera, y disfruta el paisaje.
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