La primera vez que lo vi entrar fue dos semanas después de que me indujeran a un coma, entro solo, y mi familia no se dio cuenta. La habitación era lo suficientemente grande para que pasara desapercibido si se mantenía apoyado en la pared, a unos metros de la puerta. Y esa primera vez que lo vi no me llamo la atención, pues solían llegar personas de las que no me acordaba junto con amigos de hace mucho tiempo, y eran las visitas que uno agradecía con nuevas esperanzas en que todo podía estar bien. Un extraño entrando en una habitación ajena, consolar a una familia que no lo conoce, y darle ánimos a una persona que no ha hecho nada por él. Esperanzador.
Había recibido visitas de mucha gente, ya que mi accidente había sido algo fuera de lo normal. Llego el encargado de la asociación de rugby, entrenadores de atletismo de mi colegio, los que me iniciaron en mi vida deportiva. Llegaron profesores con los que tenía una buena relación, incluso llegó uno que me hizo reprobar un ramo y rezo un rosario entero por mi recuperación. No me lo esperaba para nada. Llegaron amigas de mi hermana que para mi nunca habían sido más que eso, pero que en aquel momento me recordaban las veces que yo había sido su hermano mayor también.
Llegaron mis primos que viven en Canadá, la que vive en Inglaterra y los de China. Llegaron los de Arica y los que vivían en Santiago. Tios, primos de segundo grado, los hermanos de mi abuela. Se iban turnando en grupos de a 7, a mi mamá le gustaba ver la pieza llena de gente. Decía que yo podía sentirlos, y era verdad. Mi mama siempre tiene la razón, es algo que va en su naturaleza.
Pero parecía como si nadie mas viera al tipo de pelo castaño. A veces me paraba y hablaba con él. No es que si me levantara como lázaro y caminara por la pieza, sino simplemente que sentía que podía levantarme a hablar con él, y que de alguna forma me entendía y respondía. La primera vez que hable con él fue cuando quedo solo en la habitación, después de celebrar la victoria del equipo en mi pequeña pieza blanca. Era todo movimiento, ruido, y súbitamente paso a ser silencio. Nadie hablaba, porque no había nadie. Hasta que lo vi.
Le pregunte quien era, y me dijo que era el hijo de uno de los amigos de mis padres. Empezamos a hablar, el había salido de un colegio parecido al mío, sus amigos eran parecidos a los míos y él era divertido. Tenia humor y me hacia reír sobre estupideces que en otro momento me habrían disgustado. Parecía ser un buen amigo. Le conté cosas de mi vida, de donde era, que estudiaba, mi infancia, mis dos perros, mi hermana y mi hermano. El me contaba que nunca conoció a sus hermanos y que para sus padres es prácticamente un desconocido, pero que sabia que lo querían mucho, y pude ver como una lagrima cristalina caía al suelo desconsolada y solitaria.
Los días pasaron y el fue toda la compañía que tuve en mis ratos de silencio, cuando ya no quedaba nadie en la sala. Jugábamos cartas y siempre le ganaba, más porque él no entendía el juego que por mi destreza. Hasta que llego el día que yo mas anhelaba de todos, quería despertar. Quería ver a mis perros, quería oler el pasto pisado denuevo, quería ver a mi equipo ganar y perder. Pero mi amigo se veía decaído, como si una enfermedad lo fuera consumiendo por dentro, junto a su humor y carisma. Le pregunte que era lo que pasaba, y su única respuesta fue "así la vida, pero solo te pido que te acuerdes de mi".
Cuando desperté, todo fue jubilo y alegría, le comente a mis padres acerca de el hijo de su amigo, no podían creerlo, y una cara de incredulidad acecho sus rostros: aquel hijo había muerto dos semanas después que yo producto de un choque similar al mío. Hable con sus padres, y me contaron que su nombre era Ignacio, que le gustaba el fútbol y que siempre había sido un niño callado y curioso. Cuando les explique lo que había pasado, una lagrima de alegría se asomo por el rostro de su madre y, entre sollozos, dejo escapar las palabras "él siempre fue así". Resulta que al parecer los ángeles de la guarda no son lo que esperamos o lo que merecemos, a veces solo son lo que necesitamos. Algunas veces son ellos los que nos necesitan.