Era navidad, y estaba sentado en el sillón mas próximo al árbol de Pascua, que aún tenía polvo de los otros 335 días que pasa en una bodega desarmado. Estaba sentado al lado de algo que no entendía. Eran luces y colores repartidos, al parecer, en algún orden que desconozco. Estaba sentado cerca de un escenario en miniatura que representaba la Natividad de Jesus. Estaba sentado rodeado de todo esto, pero en absoluto silencio, escuchando el murmullo de afuera con atención mientras escribía algo que jamás nadie leerá. Estaba sentado mirando el reflejo de un tipo antipático, cruzado de pies y con la mirada en las letras que sus dedos derramaban sobre el texto como quien quiere mezclar aceite y agua. Estaba sentado y el reflejo me sonrió.
Me sonrió porque me entendía, pues en su mundo yo también veía un árbol, un pesebre, un silencio. Me sonrió porque se dio cuenta que el no era mas que yo, ni yo mas que el. Sonreí de vuelta y pensé "¿quien sonrió primero, el reflejo o yo?" En ese momento vi todo mas real, todo con texturas, las luces mas cerca, más brillantes, mas enceguezedoras, y el reflejo me miraba con una sonrisa en su rostro. Pero había algo diferente, y era que el estaba escribiendo ahora, y yo solo lo miraba, trate de girar mi cabeza para buscar mi teléfono, y me di cuenta que estaba atrapado en el vidrio donde toda la noche las luces encandilaron la soledad en el reflejo de encontró por años. En mi desesperación grite, intentando desgarrar la quietud del momento, sin embargo, lo único que salió de mi garganta fue mas silencio, y una mueca de desesperación surco mi rostro.
El tipo de enfrente ahora reía a carcajadas, y yo lo escuchaba fuerte y claro. Mas fue mi horror al darme cuenta que no podía moverme y que mi reflejo se estaba retirando de la habitación. No podía salir. Vi como apagaba las luces del árbol de Navidad, y me sumergí en la mas densa oscuridad. Y sin luz, no hay reflejo.
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