sábado, 29 de agosto de 2015

Muerte

        La Muerte camina con un polerón de chiporro, un gorro de lana y su cara pálida, angosta, esquelética, ojos azules con tonos rojizos de vez en cuando, pómulos marcados, y un aura de desconcierto y confusión. Es como si el también preguntara porque a veces se lleva a los buenos. Usa pantalones beige y zapatillas de cuero. A decir verdad, podría ser el hijo de la Muerte, pero los años lo delatan, su ceño de acordeón ha sido castigado por el tiempo. Ni la Parca se puede escapar de la risa de los años. No lleva una hoz, porque delataría su identidad, pero lleva un celular con el que graba los accidentes y los sube a las redes sociales, para que todos sepan que sucede cuando manejas sin mirar la calle.

        La encontré una mañana esperando la misma micro que yo. Guantes de invierno en sus manos y la capucha puesta. Sentí un escalofrío. Subi primero que él y me senté en la parte de atrás, y lo vi sentarse en la parte de adelante, no sin antes dudar si sentarse a mi lado o no. Tenía cara cansada, como quien ha trabajado toda la noche. Apostaría que así fue. Mire mi reloj, estaba atrasado pero no tenía como apurar la micro. Mi al conductor para saber si estaba a salvo arriba de este vehículo. Era joven, no me tranquilizo mucho. No importa mucho realmente, el tramo era corto hasta la conexión.

       Baje, mirando hacia atrás buscando a la Muerte. No estaba. Mire hacia adelante para encontrarlo frente a mi. Horror. Calma, no significa nada, no hay que precipitarse haciendo concluciones confusas. Camine hacia el punto de conexión. Él también. Me miraba con pena, con culpa. Hoy era el día. Un escalofrío recorrió mi espalda, subiendo vértebra por vértebra como si fuera una escalera, para llegar hasta mi nuca y erizar los pelos que nacen caprichosamente allí. Lagrimas inundaron mis ojos, pero apreté la mandíbula y soporte, con dignidad. Si iba a irme hoy, sería peliando.

       Corrí en dirección opuesta a lo que siempre hago, rompiendo el circuito monótono, y pase rápidamente al lado de la muerte, como el viento helado que dejan atrás los autos cuando pasan a tu lado por la mañana. Mis pies se detuvieron, y la muerte posó su mano enguantada sobre mi pecho, sentí el frío, el horror, miedo, desesperación, pero estaba decidido a no irme hoy. Lo mire a los ojos, esperando tener la valentía suficiente para hacerle frente, y vi lagrimas de tristeza. La Muerte estaba llorando. No era un lloriqueo de recién nacido, ni de hombre adulto, tampoco de un niño caprichoso o de un joven incomprendido. Lloraba, pero no había ninguna expresión en su rostro. Lloraba en calma. 

No te resistas - Dijo la Parca, con un tono extrañamente reconfortante - No tiene caso hacerlo, no vengo por ti.

             Probablemente mi expresión debe haber sido respuesta, sorpresa y hasta repulsión. La idea de que mi muerte llegue como si hubiera sacado numero para ello no me acomodaba mucho.

¿Por que me sigues entonces? - pregunte inquieto, que la Muerte te siga no es algo normal, y no me quedaría tranquilo hasta saber el origen de todo esto

Espera y veras - Respondió, enigmática - Sube a la micro

         Jamás se me ocurriría llevarle la contra a la muerte, el solo pensarlo me parece ridículo, así que subí, sin rechistar. Me senté atrás, como siempre, y vi como la muerte se sentaba al lado del conductor. Le hablaba, y de súbito, este cayó sobre el volante y la micro perdió el control. Sabiendo que hoy no era mi día, corrí hacia el volante con la esperanza de poder corregir el rumbo del vehículo y salvar al resto de los pasajeros, pero cuando ya estaba a solo un par de pasos del volante, una mano invisible me tiro la polera y cai de espaldas. Era él, la Parca. El tiempo se detuvo, como si quisiera que ambos pudiéramos contemplar el caos, abrazar la vaguedad de la vida y la abstracción de lo que es bueno y malo.

¿!Por qué me detienes!? ¡Toda esta gente morirá! Vamos demaciado rapido para que las barreras de contención eviten lo que sucederá alfinal. ¡Si no me sueltas todos moriremos! ¡Se supone que no seria mi día!

Y no lo será - respondió tranquilo - Yo no puedo controlar quien muere y cuando, solo los vengo a buscar. Son ustedes mismos, mortales, los que se determinan, consumiendo alimentos cancerígenos, llevando conductas tóxicas no solo para ustedes, sino que para todo lo que los rodea. Ninguno de los que están en este bus sobrevivirá además de ti, tenlo claro. No les des falsas esperanzas.

¡Pero yo creo que puedo estabilizar la micro! ¡No pierdo nada intentándolo! Si tu dices que no eliges, y solo eres el mensajero de nuestras propias acciones, permíteme probar que todos merecemos segundas oportunidades - estaba emocionado, la adrenalina corría por mi sangre como si fuera una carretera a la mitad del desierto, sin control de velocidad.

          Antes de poder esgrimir mi próximo argumento, la Muerte me soltó, y al darme vuelta pude ver como sonreía con un gesto pícaro.

Inténtalo - me dijo con un tono de burla enfermizo, lleno de sarcasmo y malas intenciones - Entretenme

           Corrí hacia el volante, y lo gire hacia el mismo lado al cual la cola del bus se estaba escapando. Gire hacia el otro lado cuando la micro se tambaleó, pero con este último giro una de las ruedas salió despedida por la presión de la maquina. Estaba todo perdido. El bus cayó sobre su costado derecho, enviándome directo a la puerta de acceso de aquel lado, al igual que el cuerpo del chofer fallecido. El bus siguió deslizándose por la calle, arrastrando todo lo que encontro a su paso. Hasta que golpeó la barrera de contención, y mi cabeza dio con una esquina del asiento más cercano. Perdí el conocimiento.

       Desperté bajo el cuerpo del chofer, que había sido atravesado por uno de los fierros que se desprendieron de la maquina. Mire hacia el lado y todo era muerte y desolación. Grite preguntando si alguien estaba vivo, pero solo el silencio supo responder. Me arrastre hacia la libertad, solo para ver con horror que la micro no había sido la única afectada. Dos autos más habían sido alcanzados por la colisión, y un tercero estaba reposando contra la pared de un edificio, con la rueda incrustada en el parabrisas.

Qué opinas ahora - dijo, entretenida, la Muerte - ¿valió la pena el esfuerzo?

¡¿Que hiciste?! ¡Dijiste que solo seria el bus! - respondí abatido por la realidad.

Así iba a ser en un principio, pero cuando vi tu determinación, algo me dijo que podrías serme útil - la sonrisa de la Parca ascendió hasta ser una carcajada que resonaba en los cuerpos inertes de todos los que participaron en esta trágica comedia.

¡No! ¡No tenía que ser así! Esto lo hiciste tu, no yo, no es mi culpa, ¡no soy a quien deben culpar! ¡Las vidas de estas personas no pueden pesar sobre mis hombros!

Puede que no todas, pero si algunas, fue tu decisión el querer jugar al héroe sin saber que estaba realmente en peligro

             Bocinas de ambulancias y policías empezaron a acercarse, extrañamente tarde.

Debo irme - dijo la Muerte dándome la espalda

Ayúdame a salir de aquí, te lo ruego, no puedo ver esto - respondí, con la cara entre mis manos

No puedo, solo me preocupo de recolectar almas perdidas en esta tierra - dijo con desdén, casi repulsión - no para consolar asesinos

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