lunes, 24 de agosto de 2015

Ojos Públicos

      Me senté en la micro con ánimos observadores. Logre conseguir un asiento junto a la ventana para contemplar las maravillas del viaje de vuelta a casa. Voy en una montaña rusa, estruendos por doquier, subes y bajas como si estuviera rebotando. Por dentro todo es mas o menos lo mismo, gente mirando celulares, conversando, o como yo, contemplativas. La de allá al fondo esta comiendo, nueces si no me equivoco, o maní. Se dio cuenta que la estaba mirando, y no se quien tiene mas vergüenza de los dos.

        Afuera por ahora no hay mucho, es complicado describirlo, todo es muy lento o muy rápido. Cuando la micro se detiene, solo veo gente cruzar la calle con sus manías de personas. Quieren ser la primera en llegar, esquivan el gentío que camina en sentido contrario como si fuera un entrenamiento y ellos fueran alguna especie de superhéroe veloz y ágil.

     Deje atrás las imágenes cubiertas de rascacielos y altos edificios, para ver construcciones aisladas, parques, gente corriendo mas lento. No tanta comida rápida, y mas cafe.

      Paró la micro, hay recambio. Acaba de subirse una niña muy bonita, y nos miramos fijamente, pero corrí la cara de súbito, más por que soy tímido que técnico. Se subió un viejo vestido parecido a mi. Divertido. Ahora miro hacia afuera, y veo autos con pequeñas personas adentro. Las trato de estudiar, adivinar de donde vienen y a donde van. Ella tiene vestido de profesora, así que debe venir del colegio hacia su casa. Probablemente algún niño le dijo que le gustaba y que era la mejor profesora del mundo, mientras otro trataba de hacerle el día imposible. Para ser sincero, yo era más del segundo tipo. Más allá hay un auto que lo maneja un tipo de traje, probablemente abogado, como yo, pero el maneja un auto caro, en un traje hecho para él, con un maletín de cuero gastado, que es lo único que le recuerda de donde viene. Dos autos más allá hay un estudiante, como cualquier otro. ¿Cómo lo reconozco? Primero que todo, son 6 en un auto en el que caben 4, para abaratar el viaje, después, todos tienen mochilas repartidas por el auto, con papeles escapando por las ventanas. Si no son estudiantes, son payasos modernos. 

        Me levanto de mi asiento, esta es mi primera parada. Pierdo un poco el equilibrio, pero trato de que no se note, no se por qué, si todo el mundo lo pierde. Me bajo de la micro, aun en movimiento, y siento adrenalina, porque entiendo que un paso en falso y significa una caída estrepitosa. Una adrenalina patética, que luego, mas tranquilo, me da vergüenza haberla sentido. Me siento en el paradero, pero no soy el único, hay una señora esperando de pie. Probablemente esta de pie porque tiene algún apuro o porque se aburrió de esperar toda la vida. 

         Mientras, un color anaranjado empieza a dominar el cielo con todos sus matices, opacándo el azul del día y el negro de la noche, veo que la micro se aproxima a mi posición, me levanto, tomo el maletín y busco mi tarjeta. ¿Hay algo mas incomodo que tener que buscarla cuando es tu turno de tocar la maquina con el plástico, esperando el ansiado"BIP"? Gracias a Dios, hay un asiendo vacío junto a la ventana, y continuo mi travesía observadora. Veo como sube la gente en otros paraderos, mujeres bonitas y no tanto, gente de traje y de calle, gordos, bajos, altos o flacos, da igual, acá todos somos iguales, unos más caballeros que otros, pero nada más. Una mujer me mira con ojos coquetos, pero no se sienta a mi lado. Un tipo me mira con desdén, al parecer le molesta tener que compartir el metro cuadrado con otra persona, y por esto pasa de largo. 

        Finalmente un sujeto tranquilo se sienta a mi lado, y para mi sorpresa, no toma su celular, un libro, audífonos ni nada, solo observa a travez de sus anteojos. ¿Que estará mirando? ¿Al tipo de traje y rostro cansado a su lado? Tal vez no le interesa nada y solo mira al vacío.  Tal vez yo debería hacer lo mismo. Me mira intrigado, ve que escribo apasionadamente en mi celular, pero no tiene idea de que es. ¿Divertido o no? El teléfono está totalmente a su merced, el texto está ahí para leerlo, y solo depende de mi escribir lo suficientemente rápido para que el texto baje raudo y veloz, para que le sea imposible leer esta historia de la que, involuntariamente, se ha echo parte.

        Siendo sincero, me entretiene mi posición, no me estoy burlando de mi compañero de viaje, pero la verdad es que la idea de una cacería me llama la atención. Yo huyo con el significado de esta historia, y el me persigue con curiosidad. Miro hacia adelante y me doy cuenta que estoy a breves minutos de mi destino final. Miro al sujeto a mi lado pensando si alguna vez tendré algún público a la hora de escribir, o algo similar a lo que hoy sucedió. Me bajo de la micro y la noche ya había cubierto el cielo con su tuerta cara morena, llena de pecas brillantes, solo opacadas por el brillo de su ojo, observador, casi tan curioso como el mío. 

        Miro hacha el lado para despedirme y agradecerle a este absoluto extraño que hizo tan ameno el viaje, y al girar mi rostro, me doy cuenta, con sorpresa y gracia, que estaba profundamente dormido, con la cabeza en una posición imposible, oscilando entre sus hombros. Tengo una imaginación un tanto extraña y paranoica, y eso es lo único que pude pensar. Baje de la micro con prisa, porque necesitaba botar la risa que se contenía dentro de mi, entre la boca del estomago y mis dientes, los cuales temblaban de risa.

     Camine los últimos metros que frente a mi se encontraban, los que me separaban de mi hogar. Los centímetros se hicieron kilómetros, y los kilómetros se hicieron millas, luego yardas, pulgadas, milímetros, metros. Me di cuenta que me estaba tambaleando sin realmente avanzar, ya que cada dos pasos hacia adelante daba tres para atrás, y vice versa. Resulta que al parecer mi cansancio era evidente. Abrí el portón a duras penas, subí los últimos peldaños que me mantenían afuera, a la merced de la cruel risa lunar. Entre, y finalmente pude cerrar los ojos queriendo no despertar nunca. 

     Desperté con un freno fuerte de la micro. Estaba solo y era tarde. No había luna, pues hoy era feriado. Me baje de la micro, con un conductor confundido y divertido por mi situación. Resulta que todo había sido un largo sueño y ahora yo estaba en el terminal. Genial. Se aproxima una caminata para nada interesante, y para nada corta por lo demás. Mis zapatos tocaron el polvo del suelo y este se levanto arrancando de una inminente suela que acabaría con su revoloteante vida. Prefiero estar soñando, así al menos no me canso.

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