domingo, 13 de septiembre de 2015

Gotas

No puedo olvidar el sonido. No importa el choque, la sensación de ahogo, las burbujas escapando de mi boca contra mi voluntad. El sonido, ese sonido que callaba mis gritos mudos, que solo apuraban el fatídico final. Mis pulmones lentamente se llenaban de agua, sentía como el liquido los colapsaba, trataba de cerrar la boca y aguantar el llanto, pero la desesperación me ganaba. Antes de el sonido no hubieron más de 20 segundos de caos, destrucción. Nunca fuí a misa para conseguir el perdón de quien jamás me tendería su mano. Tal vez ahora me arrepiento, mientras el agua engulle mi vida, apoderándose de ella, devorándola, me arrepiento de no haber vivido más, de dejarme estar, trabajar en lo que no me apasiona, olvidar la familia, olvidar el placer de vivir, comer sin que me preocupe si me hará bien o mal, correr, olvidarme de que el mundo tiene una opinión sobre mi.

La fuerza del agua sigue consumiendo mi vida, al tiempo que veo burbujas cada vez más pequeñas salir de mi boca, incontrolables. Cada una es un recuerdo, un pedazo de mi historia, mis experiencias. La primera vez que subí a una bicicleta, mi primer gol, mi primer viaje, mi primer fracaso, mi primera segunda oportunidad. Tantas cosas que contar, tanto que nadie sabe y que podría ser útil. Me gustaría una oportunidad más, tal vez una hora, un minuto, sentir la brisa marina correr contra mi rostro. Sentir el frío Pacífico rodeando mi cuerpo sin el miedo de no poder escapar de él jamás. Veo los vestigios de lo que, minutos antes, estuvo sobre el nivel del agua, sosteniéndome, riendo de lo que iba a pasar.

La fuerza del liquido juega conmigo, soy un títere, una marioneta, atado a la merced de las corrientes marinas, sin voluntad, condenado a la dependencia del océano. Ahora no se si mi cara apunta a la superficie o a las profundidades, la falta de oxígeno no me deja pensar bien. Siento ansiedad, pero debo mantenerme tranquilo, si me agito, mi cuerpo agotará el poco oxigeno que queda más rápidamente. Recuerdo el puente desde el cual caí, junto con la enorme estructura, la cual me arrastra a las profundidades del mar, inmisericorde. Nado contra la corriente, pero no tiene caso, a esta altura lo hago solo para que digan que hice todo lo posible. No se quien hablará a mi favor cuando llegue la hora de hacerlo. Ni siquiera se que diría yo en mi defensa

Mi cuerpo se siente pesado, no puedo mover mis brazos ni mis piernas. No obedecen mis ordenes, no quieren hacerlo, se niegan a agitarse desesperadamente buscando aire. Mi vista ya esta nublada, es una nube negra ¿tinta de calamar? No, solo mi vida escapando por las cuencas de mis ojos. Siento como mi cabeza reposa en el fondo del mar, pero todo sigue dando vueltas. Mis brazos descansan, mi cuerpo duerme, independiente de mi mente, que está funcionando a mil revoluciones por minuto.

Despierta, Borracho, ya son las una con treinta y quiero cerrar - Dijo una voz lejana, cansada y acostumbrada al caos. Debo estar imaginando su voz, la falta de oxígeno me hace delirar

Levanto la cabeza con torpeza, tratando de olvidar la desobediencia de mi cuerpo, y me doy cuenta de que el mar, aquel mar que me rodeo durante esos largos minutos, solo era agua en un vaso, y yo me encontraba en el fondo, observando las figuras deformes a través del cristal, hombres delgados y un mundo al revés. Miro hacia arriba, y el vaso está medio vacío. Tal vez estuvo lleno en algún minuto, pero ahora está vacío, y no pareciera que fuera a ser rellenado pronto.

¡Vamos hombre! ¡No tengo todo el día para levantarte! No soy tu madre ¿Lo sabias?. - La voz ahora parecía molesta. Trate de nadar hacia la superficie y encontrar el aire que necesitaba para pedirle ayuda, pero me traicionaron mis fuerzas. Veía un hombre a la lejanía, a través del agua y el cristal.

Siempre lo mismo, carajo, te clavas de diez a doce a matar las penas y luego duermes hasta que cierro, ya dejó de ser divertido después de un mes de lo mismo - definitivamente a él no le parecía divertido.

Pero más importante aún, a mi tampoco me parece divertido. En lo absoluto. De a poco mi memoria empieza a clarear, el agua que antes apagaba mi vida ahora es alcohol que ahoga un vaso, medio vacío de esperanzas y medio lleno de desilusiones. Levanto con dificultad el saco carne que todavía puedo llamar cuerpo sobre el par de troncos que tengo por piernas. Trato de romper las raíces que salieron de estar tanto rato sentado. Dejo un billete más grande de lo que debería, por las molestias, y parto a mi departamento, a olvidarme que soy humano por unas horas.


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