No tienes por qué asustarte, no te haré
daño - dije, suavizando la voz lo más posible. Realmente quería hacerlo, el
cuerpo me lo estaba pidiendo a gritos. Un pitido en el oído se quejaba e
intentaba dejar de lado mis preocupaciones y caer en el instinto perverso que
habita en mi.
¡Déjame! ¡Eres un monstruo! ¡Esbirro de
belcebú! ¡Déjame en paz! - grité, desesperada. No sé que hacer, su pálida mano
sostiene mi muñeca con fuerza. ¿Cómo un ser tan escuálido puede tener tanta
fuerza? Evito mirar sus ojos, rojos como la sangre, pero algo me empuja a
hacerlo. Es más fuerte que mi voluntad. Son atractivos, tristes y profundos.
Cautivadores. ¿Será un encantamiento?
Al fin has recobrado la calma, Amanda.
Te pido por favor que me escuches con atención, pues no se cuánto tiempo tengo
antes de que el instinto asesino que me perturba se sobreponga a mi propia
voluntad. Soy Elric, tu prometido. O al menos lo era hasta el momento de mi
muerte.
¿Elric? ¿Eres tú? ¿Mi Elric? - No puedo
creerlo. No lo creo. Elric no tiene unos ojos tan hermosos. Si tan solo pudiera
sumergirme en ellos y perderme, podría morir en paz
Si,
Amanda, soy yo. O lo que queda de mi. Fui asesinado, Amanda. Para evitar que la
masacre causada por la guerra siguiera expandiéndose por todos los rincones del
país, el líder del ejército rebelde me retó a un duelo a muerte. Ante mis
tropas, acepté, por el bien del Ducado. Él era un hombre misterioso, muy alto y
delgado, pálido como la nieve. Sus ojos irradiaban paz, pero su espada parecía
un relámpago endemoniado, bailando entre sus manos. Luchamos por horas, pero
cada vez que ambas espadas se cruzaban, mis fuerzas flaqueaban y mis piernas
perdían el vigor por el que se me había conocido. Fue cuestión de tiempo
finalmente. Mis piernas me traicionaron y mi rodilla cayó al suelo. El guerrero
se acercó y levantó su espada, pero en sus ojos no había odio ni placer, solo
una mirada soberbia, y así logré comprender a todos aquellos curtidos guerreros
que cayeron alguna vez bajo el filo de mi espada. No pude tolerar tal vergüenza
y con mis últimas fuerzas intente apuñalarlo en el vientre, pero mi golpe solo
logró atravesar la cota de malla, sin perforar su carne. Él no esperó más y con
su endiablada espada atravesó mi corazón mientras su grito de guerra invadía mi
mente. Era un sonido infernal, un alarido gutural que terminó con cualquier
animo de lucha que mi ejercito hubiera podido ofrecer.
¿Pero
entonces como estas aquí ahora? - No entiendo nada de lo que está pasando, pero
cada minuto al lado suyo parece una hora, cada mirada suya es como un garfio
que me atrapa entre sus ojos carmesí. ¿Será realmente Elric?
Amanda,
un deseo perverso me invade, minuto a minuto, y no puedo resistirme más. ¡Huye,
Amanda! Alerta al pueblo de mi existencia, no podré controlar este instinto
asesino mucho más. Me he convertido en un monstruo por culpa de esa negra
espada, que absorbe la vitalidad de todo lo que traviesa. Tormentosa arma del
demonio, forjada con los aceros más oscuros del continente, bajo el fuego del
infierno mismo. Mi corazón siempre será tuyo, mi prometida. Pero debes huir
lejos, alertar a todo el mundo de que mi cuerpo ya no me pertenece. - La sed de
sangre se hace incontrolable, pero debo soportar este tormento, debo proteger a
mi pueblo, que ha puesto su confianza en mí. - Diles que huyan, que el ejército
rebelde ya viene, junto a esa espada maldita. ¡No pierdas tiempo!
Elric, no
puedo dejarte. - No sé cómo explicarlo. Escucho sus palabras, la angustia en su
voz, pero mi cuerpo no reacciona. Mis piernas parecen raíces que se nutren de
la calma que mi amado irradia. Se oye desesperado, pero su cuerpo emana
tranquilidad. Su mano me aprieta con fuerza, tratando de hacerme reaccionar,
pero al igual que Elric, mi cuerpo ha dejado de obedecerme. Si tan solo pudiese
apartar la mirada de esos ojos infernales. Una bendición maldita, un placer
mortal.
¡Amanda!
¡Huye! Por favor salva el pueblo, a sus habitantes, hazlo por tus padres, por
favor. Corre, sepárate de mi y ayuda a quienes necesiten auxilio. ¡Cada segundo
perdido es una vida menos que logrará escapar! - Mis gritos parecen caer en
oídos sordos. Amanda por favor si está ahí reacciona. Puedo oler la sangre que
corre por tus venas y mi apetito me grita que debe probarla. Huye por favor, no
sé cuánto falta para perder la conciencia y probar el sabor de tu carne.
Exquisita y tierna carne. Tu piel tostada por el sol solo te hace ver más
apetitosa. ¿Por donde he de comenzar? Que estoy diciendo, ¡Es Amanda! Debo ser
fuerte, sobreponerme a este sentimiento animal. Un instinto primitivo que debo
reprimir, ¡Debo soportarlo!
Elric no
puedo moverme, ¡Ayúdame por favor! - Mi cuerpo ya no es mío al parecer, y no me
importaría perderme junto con mi amado, pero lo que esta frente a mi no es nada
parecido a él. Su rostro pálido parece estar triste, maldito. Esos ojos que
apuñalan profundamente mi corazón, rojos y calmos, no pertenecen a quien alguna
vez amé. Él no es Elric. Elric está muerto.
Vamos
Amanda, que cada segundo que pasa se lo robas a la suerte, por qué yo ya no
tengo fuerzas que oponer. Mis recuerdos se desvanecen como papeles en la
hoguera, mis pensamientos se vuelven primitivos, de a poco me estoy
convirtiendo en este monstruo maldito. Cada segundo que pasa huelo tu sangre
con más fuerza, siento tu miedo y el olor a carne fresca derrite mi boca. Si
solo te doy un mordisco no pasara nada ¿O si?
Elric,
por favor, no lo hagas. Debes dominar tus impulsos, debes sobreponerte a esto
en que te has convertido. Hazlo por el pueblo, por lo que crees. ¡Hazlo por mí!
Amanda,
Elric ha muerto. Muerto como sus deseos de combatir, como su voluntad, su
conciencia. Esta es tu última oportunidad antes de que todo se vuelva oscuro y
vertiginoso. Huye, si es que puedes.
¡Elric!
¡No me dejes! ¡Se fuerte! ¡Hazlo por mi!
Ya es muy
tarde, Amanda. - Logro oler su sangre como si fuera un perfume, y el sabor
metálico que predicen mis papilas me hace agua la boca. Siento como mis pupilas
se dilatan, estoy en éxtasis. Debo controlarme, hacerlo de la manera más
cuidadosa posible. Si le rompo el cuello toda la carne se pondrá dura y perderá
su textura suave.
Entre
gritos, me acerqué lentamente a su cuello, y empecé a besarlo, saborearlo. Mi
cuerpo tiembla de solo pensar el placer que va a invadirle. Pobre Amanda. Pobre
y deliciosa Amanda. Tu piel es suave como las sabanas en las que despertamos
juntos hace no tanto tiempo, el envase más elegante del mundo para la carne más
exquisita que ha pisado la tierra. Mi boca cada vez se acercaba más a donde esa
gran vena marca el camino de la vida, mis dientes se sienten afilados, creo que
podría destrozar un diamante con ellos. ¿Cuánta fuerza he de ocupar?
Primero
muerdo con cuidado, no quiero acelerar las cosas. Ella grita, pero eso solo me
excita más aún. Su cuerpo no intenta defenderse, parece deshabitado. Las
primeras gotas de sangre asoman entre el blanco manto que las cubre, y brotan
tímidas hacia la superficie. Mi lengua las atrapa con destreza, como si hubiera
nacido con esta maldición. El sabor es embriagante, indescriptible, un sabor
culpable. Es un líquido demoniaco, bebido en un cáliz divino. Mi boca no se controla,
y ahora no sólo bebe la sangre de su cuello, sino que muerde con fuerza,
tomando bocados de esa carne celestial. Si para sentir este placer hay que caer
al infierno y volver a nacer, haría el viaje diez veces. Mis dos manos levantan
el cuerpo de Amanda, aún palpitante, mientras devoro su cuello, dejando que su
sangre llueva sobre mi. Solo siento calidez por ahí donde la sangre corre sobre
mi. Dejo su cuello destrozado y avanzo por sus finos brazos, desgarrando toda
la carne que ese pequeño cuerpo posee. Doy vueltas mientras dura el festín,
bailamos al son del agudo vals que suena en mi cabeza. Un paso hacia adelante y
otro hacia atrás, una mordida en su pecho y un grito en el aire.
Lo que
partió siendo una refinada comida terminó en una carnicería, sangrienta,
despiadada. Todo rasgo humano había desaparecido de mi. Si bien mi piel parecía
más viva, mis facciones de habían vuelto más afiladas, casi divinas. Mis
músculos se sentían más poderosos, mis colmillos y garras más prominentes.
Elric estaba muerto. El cuerpo de Amanda comenzó a apestar, y cuando me di
cuenta de esto noté que habían pasado varios días desde que inicié mi festín.
Vaya que se pasa el tiempo volando cuando uno se divierte. Los restos de Amanda
servirán para alertar a todo humano de alejarse de mi. Este mundo es mío ahora,
con todos los cuerpos que lo habitan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario