sábado, 1 de julio de 2017

Tormentosa

No tienes por qué asustarte, no te haré daño - dije, suavizando la voz lo más posible. Realmente quería hacerlo, el cuerpo me lo estaba pidiendo a gritos. Un pitido en el oído se quejaba e intentaba dejar de lado mis preocupaciones y caer en el instinto perverso que habita en mi.

¡Déjame! ¡Eres un monstruo! ¡Esbirro de belcebú! ¡Déjame en paz! - grité, desesperada. No sé que hacer, su pálida mano sostiene mi muñeca con fuerza. ¿Cómo un ser tan escuálido puede tener tanta fuerza? Evito mirar sus ojos, rojos como la sangre, pero algo me empuja a hacerlo. Es más fuerte que mi voluntad. Son atractivos, tristes y profundos. Cautivadores. ¿Será un encantamiento?

Al fin has recobrado la calma, Amanda. Te pido por favor que me escuches con atención, pues no se cuánto tiempo tengo antes de que el instinto asesino que me perturba se sobreponga a mi propia voluntad. Soy Elric, tu prometido. O al menos lo era hasta el momento de mi muerte.

¿Elric? ¿Eres tú? ¿Mi Elric? - No puedo creerlo. No lo creo. Elric no tiene unos ojos tan hermosos. Si tan solo pudiera sumergirme en ellos y perderme, podría morir en paz

            Si, Amanda, soy yo. O lo que queda de mi. Fui asesinado, Amanda. Para evitar que la masacre causada por la guerra siguiera expandiéndose por todos los rincones del país, el líder del ejército rebelde me retó a un duelo a muerte. Ante mis tropas, acepté, por el bien del Ducado. Él era un hombre misterioso, muy alto y delgado, pálido como la nieve. Sus ojos irradiaban paz, pero su espada parecía un relámpago endemoniado, bailando entre sus manos. Luchamos por horas, pero cada vez que ambas espadas se cruzaban, mis fuerzas flaqueaban y mis piernas perdían el vigor por el que se me había conocido. Fue cuestión de tiempo finalmente. Mis piernas me traicionaron y mi rodilla cayó al suelo. El guerrero se acercó y levantó su espada, pero en sus ojos no había odio ni placer, solo una mirada soberbia, y así logré comprender a todos aquellos curtidos guerreros que cayeron alguna vez bajo el filo de mi espada. No pude tolerar tal vergüenza y con mis últimas fuerzas intente apuñalarlo en el vientre, pero mi golpe solo logró atravesar la cota de malla, sin perforar su carne. Él no esperó más y con su endiablada espada atravesó mi corazón mientras su grito de guerra invadía mi mente. Era un sonido infernal, un alarido gutural que terminó con cualquier animo de lucha que mi ejercito hubiera podido ofrecer.

            ¿Pero entonces como estas aquí ahora? - No entiendo nada de lo que está pasando, pero cada minuto al lado suyo parece una hora, cada mirada suya es como un garfio que me atrapa entre sus ojos carmesí. ¿Será realmente Elric?

            Amanda, un deseo perverso me invade, minuto a minuto, y no puedo resistirme más. ¡Huye, Amanda! Alerta al pueblo de mi existencia, no podré controlar este instinto asesino mucho más. Me he convertido en un monstruo por culpa de esa negra espada, que absorbe la vitalidad de todo lo que traviesa. Tormentosa arma del demonio, forjada con los aceros más oscuros del continente, bajo el fuego del infierno mismo. Mi corazón siempre será tuyo, mi prometida. Pero debes huir lejos, alertar a todo el mundo de que mi cuerpo ya no me pertenece. - La sed de sangre se hace incontrolable, pero debo soportar este tormento, debo proteger a mi pueblo, que ha puesto su confianza en mí. - Diles que huyan, que el ejército rebelde ya viene, junto a esa espada maldita. ¡No pierdas tiempo!

            Elric, no puedo dejarte. - No sé cómo explicarlo. Escucho sus palabras, la angustia en su voz, pero mi cuerpo no reacciona. Mis piernas parecen raíces que se nutren de la calma que mi amado irradia. Se oye desesperado, pero su cuerpo emana tranquilidad. Su mano me aprieta con fuerza, tratando de hacerme reaccionar, pero al igual que Elric, mi cuerpo ha dejado de obedecerme. Si tan solo pudiese apartar la mirada de esos ojos infernales. Una bendición maldita, un placer mortal. 

            ¡Amanda! ¡Huye! Por favor salva el pueblo, a sus habitantes, hazlo por tus padres, por favor. Corre, sepárate de mi y ayuda a quienes necesiten auxilio. ¡Cada segundo perdido es una vida menos que logrará escapar! - Mis gritos parecen caer en oídos sordos. Amanda por favor si está ahí reacciona. Puedo oler la sangre que corre por tus venas y mi apetito me grita que debe probarla. Huye por favor, no sé cuánto falta para perder la conciencia y probar el sabor de tu carne. Exquisita y tierna carne. Tu piel tostada por el sol solo te hace ver más apetitosa. ¿Por donde he de comenzar? Que estoy diciendo, ¡Es Amanda! Debo ser fuerte, sobreponerme a este sentimiento animal. Un instinto primitivo que debo reprimir, ¡Debo soportarlo!

            Elric no puedo moverme, ¡Ayúdame por favor! - Mi cuerpo ya no es mío al parecer, y no me importaría perderme junto con mi amado, pero lo que esta frente a mi no es nada parecido a él. Su rostro pálido parece estar triste, maldito. Esos ojos que apuñalan profundamente mi corazón, rojos y calmos, no pertenecen a quien alguna vez amé. Él no es Elric. Elric está muerto.

            Vamos Amanda, que cada segundo que pasa se lo robas a la suerte, por qué yo ya no tengo fuerzas que oponer. Mis recuerdos se desvanecen como papeles en la hoguera, mis pensamientos se vuelven primitivos, de a poco me estoy convirtiendo en este monstruo maldito. Cada segundo que pasa huelo tu sangre con más fuerza, siento tu miedo y el olor a carne fresca derrite mi boca. Si solo te doy un mordisco no pasara nada ¿O si?

            Elric, por favor, no lo hagas. Debes dominar tus impulsos, debes sobreponerte a esto en que te has convertido. Hazlo por el pueblo, por lo que crees. ¡Hazlo por mí!

            Amanda, Elric ha muerto. Muerto como sus deseos de combatir, como su voluntad, su conciencia. Esta es tu última oportunidad antes de que todo se vuelva oscuro y vertiginoso. Huye, si es que puedes.

            ¡Elric! ¡No me dejes! ¡Se fuerte! ¡Hazlo por mi!

            Ya es muy tarde, Amanda. - Logro oler su sangre como si fuera un perfume, y el sabor metálico que predicen mis papilas me hace agua la boca. Siento como mis pupilas se dilatan, estoy en éxtasis. Debo controlarme, hacerlo de la manera más cuidadosa posible. Si le rompo el cuello toda la carne se pondrá dura y perderá su textura suave.

            Entre gritos, me acerqué lentamente a su cuello, y empecé a besarlo, saborearlo. Mi cuerpo tiembla de solo pensar el placer que va a invadirle. Pobre Amanda. Pobre y deliciosa Amanda. Tu piel es suave como las sabanas en las que despertamos juntos hace no tanto tiempo, el envase más elegante del mundo para la carne más exquisita que ha pisado la tierra. Mi boca cada vez se acercaba más a donde esa gran vena marca el camino de la vida, mis dientes se sienten afilados, creo que podría destrozar un diamante con ellos. ¿Cuánta fuerza he de ocupar?

            Primero muerdo con cuidado, no quiero acelerar las cosas. Ella grita, pero eso solo me excita más aún. Su cuerpo no intenta defenderse, parece deshabitado. Las primeras gotas de sangre asoman entre el blanco manto que las cubre, y brotan tímidas hacia la superficie. Mi lengua las atrapa con destreza, como si hubiera nacido con esta maldición. El sabor es embriagante, indescriptible, un sabor culpable. Es un líquido demoniaco, bebido en un cáliz divino. Mi boca no se controla, y ahora no sólo bebe la sangre de su cuello, sino que muerde con fuerza, tomando bocados de esa carne celestial. Si para sentir este placer hay que caer al infierno y volver a nacer, haría el viaje diez veces. Mis dos manos levantan el cuerpo de Amanda, aún palpitante, mientras devoro su cuello, dejando que su sangre llueva sobre mi. Solo siento calidez por ahí donde la sangre corre sobre mi. Dejo su cuello destrozado y avanzo por sus finos brazos, desgarrando toda la carne que ese pequeño cuerpo posee. Doy vueltas mientras dura el festín, bailamos al son del agudo vals que suena en mi cabeza. Un paso hacia adelante y otro hacia atrás, una mordida en su pecho y un grito en el aire. 

            Lo que partió siendo una refinada comida terminó en una carnicería, sangrienta, despiadada. Todo rasgo humano había desaparecido de mi. Si bien mi piel parecía más viva, mis facciones de habían vuelto más afiladas, casi divinas. Mis músculos se sentían más poderosos, mis colmillos y garras más prominentes. Elric estaba muerto. El cuerpo de Amanda comenzó a apestar, y cuando me di cuenta de esto noté que habían pasado varios días desde que inicié mi festín. Vaya que se pasa el tiempo volando cuando uno se divierte. Los restos de Amanda servirán para alertar a todo humano de alejarse de mi. Este mundo es mío ahora, con todos los cuerpos que lo habitan.


No hay comentarios:

Publicar un comentario