Me
pregunto si, al igual que yo, antes de que el sueño nos consuma y pasemos a
formar parte de las cenizas de este fuego lento que se alimenta de nuestro
inconsciente, piensas en mi. Un pestañeo, un corto sueño o tan solo un cameo en el cortometraje que dirige tu imaginación, mientras tus pesados párpados se
abrazan y tu respiración se calma bajo ese cálido cubrecamas. Antes de perder
la conciencia, o incluso estando dominado por los impulsos inconscientes del
deseo y la memoria, tu sonrisa cruza mi cielo nocturno como una estrella fugaz,
decorando un firmamento que ya no te extraña, pero que sin ti, solo sabe de
lluvias. El destello de tus ojos, o el tronar de tus ronquidos, la seda de tu
tacto y ese olor a primavera perenne. Eres eternamente efímera, pasajera en el
tren de la memoria, un polizonte en el velero de mi imaginación, surcando los
mares recónditos del hipocampo. Tu sonrisa partió lejos y le desee buen viaje,
pero reconozco haberme quedado mirando la estela que dejó a su paso, el reflejo
que dejó en mi rostro, las carcajadas que compartimos sin ningún motivo
aparente, las lagrimas que dejamos caer sin timidez alguna, en la intimidad de
una relación fugaz, pero intensa. Pero la verdad nunca tuve un segundo para
contar los minutos, la vida se pasa volando cuando son dos los que la recorren.
El reloj jamás me preocupó: Quien mide el amor en tiempo demuestra nunca haber
amado.
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