Entre cenizas renace un canto unido, una
música fuerte y envalentonada. Entre lumas y piedras, manos se enredan hasta
formar una sola cadena que jamás será fracturada, ni por el tiempo, los embates
de los gobiernos, la depreciación de la moneda o el modernismo y sus
consecuencias. De entre el olor a fuego y rabia, ira y lacrimógena, aflora un
llanto esperanzador, un sonar divino, dedos ágiles y gráciles se pasean por las
cuerdas como si fuera el destino mismo quien puso la circunstancia a los pies
del Arpista de Santiago. Con una cueca suave rompe las asperezas y el escándalo
general, quiebra la desesperanza y atraviesa con un sonido pendular los
corazones afligidos por una memoria castigada por el tiempo. Dos generaciones
escuchan al Arpista y millones de corazones descansan por algunos segundos en
el esfuerzo humano de tranquilizar los oídos y de dar paz al desasosiego.
Arpista De Santiago,
sentado en tu vagón,
una micro te acobija
del fuego y el hormigón
Arpista de Santiago
No detengas tu canción
Y que el gobierno no aflija
Más nuestro corazón
Arpista De Santiago
La ciudad en silencio llora
Sirenas murmullan gritando
Arpista De Santiago
Llegaste en buena hora
Para hinchar el corazón, tocando
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