miércoles, 6 de noviembre de 2019

Paleta de Colores


Me hace falta una cómplice. O eso creo, al menos. Alguien que me acompañe a la fiesta, salude con una sonrisa a la gente para después acercarse sigilosamente a mi oído con los labios llenos de risa y una fuerte opinión sobre Antonia, o Pedro, o ambos. Me imagino abrazado de sus hombros y ella abrochada a mi cintura, caminando directo a la barra con ganas de servirnos un trago para después sentarnos un rato en una esquina entre nosotros, hasta que lleguen un par de amigos al menos. Reírnos de estupideces, mostrarnos cosas divertidas desde el teléfono, bailar un rato sin que nos importe nada, por que juntos somos así. Quiero alguien a quien poder contarle lo que siento y que su respuesta no sea solo un abrazo, sino una sonrisa, una frase cliché y una broma para cortar la tensión. Tomarle la rodilla mientras manejo, mientras estamos sentados, que me mire con unos ojos incandescentes que me digan todo lo que le gustaría hacer conmigo, su mano sobre mi nuca haciendo un leve cariño y que el silencio entre nosotros se convierta en eco de esas palabras que no hemos dicho, aun.

Imagina poder reírte fuerte, esa risa exageradamente honesta, y que la otra persona se ría de ti, se ría contigo, con tus amigos. Que se burle de tus bromas fomes, que diga que siempre eres así, que te recuerde que mañana van a ir a almorzar esas hamburguesas que hace tiempo queremos probar. Que sepa que es lo que te gusta y lo que no, tanto como tu saber sus gustos. Que te acompañe a subir un cerro, pasear los perros, o tal vez solo andar en auto entre luciérnagas de concreto. Paso el tiempo pensando en encontrar alguien así. Alguien que, involuntariamente, te haga sentir lleno, te cuide, escuche, que acoja tus sentimientos como un nido y que te permita abrazar los tuyos. Quiero encontrar a alguien que me permita construir un túnel entre su corazón y el mío, alguien que quiera recorrerlo mil veces.

Imagina lo feliz que sería de que esta persona se me acercara al oído para proponerme que escapemos de allí, tirar una bomba de humo y huir sin dar explicaciones. Correr al auto, manejar de noche hasta un rincón, un mirador, su casa o la mía. Que cada lugar del mundo se sienta como nuestro cuando estamos juntos. Que cada lugar me recuerde a ella cuando no lo estemos. Que Houdini envidie nuestro arte y hacer desaparecer todo cuanto se nos ponga en el camino. Imagina poder tomar a esa persona de la mano, mirarla a la cara y decirle que la amas mientras ambas narices se rozan antes de perderse en el vapor de los cuerpos. Imagina poder ser todo esto para otra persona también. Pienso en despertar y que a mi lado esté tan suya, tan poco mía, tan loca pero sana, traviesa pero tierna, hiriente pero con cariño. Imagino despertar al lado de una persona que iría a la guerra conmigo, y que yo la elegiría sin pensarlo dos veces, todos los días del año, cada minuto de mi vida.

Al final todo lo imagino, todo lo pienso, todo lo deseo, y por eso es que mi mente anda en las nubes el día entero. La capacidad de crear escenarios perfectos e idílicos es una tarea en la cual sobresalgo, para ser honestos. Es cierto que a veces es más agradable vivir la mentira de la imaginación que la verdadera realidad gris. Hoy amanecí sintiendo que nací para ser azul, pero durante el día creo que seré amarillo un momento, a ratos un blanco dispuesto, algo de rojo como ahora y tal vez verde claro, verde vida. Igual, seré yo quien verá a donde me lleva el día, tal vez encontraré aquella silueta que esta imaginación tanto anhela. Tal vez no, y eso está bien también. La incertidumbre es solo la vida gritándonos que tenemos que ser pacientes. Tal vez lo que quiero no es encontrar una cómplice, sino una persona dispuesta a aprender a serlo, dispuesta a enseñarme. El tiempo, probablemente, me hará arrepentirme de estas palabras. O eso espero.

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