jueves, 3 de junio de 2021

Quo Vadis


Un escalofrío me caló el alma y se derrumbó hasta mis entrañas, dejando una sensación de que la vida se desvanecía como polvo en suspensión, como el vapor de lluvia o un último suspiro.  El eco del primer tinte del alba inundó un cielo decorado por pilares de algodón, tiñendo el suelo de un color añejado en sepia. Diluyendo los aromas esparcidos por el prado, el rocío despertó el fuego de las rocas y las cumbres perezosas recibieron con los brazos abiertos la cegadora luz del amanecer. Sobre el horizonte se encumbró el calor impúber, mientras las primeras aves celebraban el nuevo día con su trinar aletargado. Amanece.

 

El cuerpo encandecente recorre la celeste tela, dejando un rastro de óleo a su paso, colando su esencia entre las nubes y sembrando su semilla entre la tierra y mis pies. La travesía desde el oriente lejano agota las últimas energías de la tímida esfera, buscando entre las sábanas del océano un sueño profundo. Las olas se tiñen de crepúsculo y la tarde se desparrama por el cielo, dejando un cálido tono que levita entre el cielo y la tierra. El horizonte ígneo permanece quieto mientras el sol agita sus brazos con el último atisbo de energía que le quedaba en el cuerpo, despidiendo y saludando al mismo tiempo. Atardece.

 

En paulatino degradé, la persiana se fue cerrando hasta que la laguna eterna de la noche consumió todo sobre el cielo. Las nubes se tiñeron de almohadas y fueron el asiento de los cuerpos celestes, reverberantes. En carrera, los astros dibujaban sobre el telón siluetas minimalistas de un futuro incierto, preocupados del ahora. Un tenue frío se acongojaba entre los brazos de una luna escuálida, escondida en lo más alto de rosa. El silencio solo se interrumpía por el tímido oleaje que vigilaba las costas solitarias, interpretando las miradas de la dama vestida de novia. Anochece.

 

Y mientras veo como sale el sol, una vez más. Mientras siento el calor del alba en mi rostro, una vez más. Cuando los pájaros se disponen a darme los buenos días, una vez más. Miro hacia el cielo y recibo la mañana con los brazos extendidos hacia el vacío que me abraza, con una sonrisa tallada en mi rostro. Te abrazo y pienso que no importan cuantas mañanas, tardes o noches desfilen frente a la pasarela de mis ojos, mi mente jamás podrá olvidar la silueta de tu figura contra la luz del sol, bajo los rayos de la luna, con tu pelo al viento de la brisa marina. Tomaste mis colores e hiciste cantar mis días. Me cerraste los ojos para abrirme el alma. Un escalofrío sube mi espalda, acompañando tu mano que acaricia mi nuca. Exhalamos y nuestro aliento se vuelve lluvia, amor, viento, nube, cielo. Se vuelve tiempo.

 

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