Busco un cuento para escribirlo y atesorarlo
entre el vacío que existe entre mi corazón y el resto de mi ser. Escudriño con
ahínco las palabras y dedico mi tiempo a encontrar las frases que se hilvanen
delicadamente, en una trenza tan compleja y elegante que parezca simple y
llevadera para quien comparta la misma dedicación que tengo por el afán de
comunicar sentimientos sobre una hoja inerte de papel. Observo a mi alrededor,
mas no logro encontrar nada, como si las ideas hubiesen abierto sus alas
coloridas para emprender un vuelo a ese horizonte inalcanzable, inexpugnable.
Las letras se evaporan como el rocío al abrazar los primeros rayos de la
madrugada, como el arcoíris junto a la lluvia, como tu adiós junto al mío.
Escucho el silente ruido
Como bello pasaje
Y aquel bello traje
Que lleva el cielo ceñido
De gris color teñido
Apaga la fuente de lluvia
Y aquella luz rubia
Junto al horizonte
Que levita sobre el monte
Bajo una nube se asubia
Y un ruiseñor perdido
Bate fuerte sus alas
Mientras arboles talas
Y justo pierde sentido
El animal mas temido
Sigue siendo el humano
Culpa de su propia mano
Que pareciera controla
Mas esta se mueve sola
Y resistimos en vano
De tanto buscar palabras
Con una verdad me cruzo
Y si no le hallo uso
Habrán perdidas macabras
Espero por eso abras
Tu corazón con el mío
Juntos crucemos el río
Permíteme ser oído
Es lo único que pido
Oye este llanto crío
La verdad se presenta como una realidad
alternativa a la ficción que acostumbramos ver todos los días, todo el tiempo.
Las palabras caen en la red de la vida y el destino me obliga a salpicar de
tinta un palabreo débil, mas sensato, corto y conciso, medio inconexo, medio
mío y tuyo. Todo nuestro. Las cosas están peor de lo que parecen, dirán los
fatalistas de siempre. El mundo no tiene arreglo dirá el pesimista. Todo va
bien dirá el iluso, el ciego y el ignorante. La verdad se cuela entre los dedos
y los párpados somnolientos intentan esconderla de los ojos vacíos, que esperan
ser llenados de esperanzas. Y es así como las letras y las palabras confabulan
dentro del corazón para escupir un relato hueco. Las décimas fluyeron como un
arroyo de agua cristalina y todo vuelve a la normalidad. La represa que
contiene el caudal se afianza, dejando un espacio para la creatividad y la
idea. El bloqueo perece bajo la mano del escritor y hoy vuelve a la vida,
renovado. El lápiz tiene tanta tinta como sangre tiene quien lo porta.
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