Apareciste
en mi vida como un cometa, iluminando mi vida con una luz propia de aquel
fenómeno que no veré nunca más en vida, y que espero mis hijos puedan conocer
algún día. Hiciste de la noche día y cada minuto escondiendo mi rostro en tu
pelo era como dormir en una nube de tranquilidad y calma. Extraño esa
sensación. Pero como es natural con los cometas, solo fuiste un parpadeo en mi
vida, un instante, un momento que esperaba se tornase en una eternidad. Los
deseos del corazón son siempre los del tiempo, y tal vez mi mundo sea tan
pequeño que alcances a darle otra vuelta mientras ambos brillemos, y pueda
hundirme una vez más en ese lago azabache que tanta falta me hace.
Prometo
prepararme para ese momento y estar listo para poder seguir tu orbita, irradiar
una luz propia y que cautive tu atención. Prometo trabajarme y ser suficiente
iluminación para mi mismo, y bastar también para compartirla contigo, como dos
pájaros que compartan el trayecto de la vida, emigrando hacia el horizonte. A
veces te pediré que bajes a mi alcance y me esperes cuando sea necesario, pues
de lo contrario solo veré tu espalda y a lo lejos no quedará nada más que la
triste estela de lo que podría haber sido, un camino de cabello oscuro lejos
del alcance de mi mano. Déjame observarte siempre y no solo una vez en la vida,
que tu brillo sea eterno dentro mío y tu recuerdo sea una imagen perenne en mi
retina.
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