lunes, 14 de octubre de 2019

Las Palabras


Es increíble como a veces logramos decir tan poco, como nos es imposible expresar lo que sentimos, por más palabras que haya en el diccionario, en cualquier idioma. ¿Tal vez somos nosotros los que complicamos el mensaje, llenándolo de segundos significados, de inseguridades, de faltas de certeza? Las palabras están ahí para responder a nuestras necesidades ¿Acaso sabemos que es lo que necesitamos realmente? Sería tan agradable crear una maquinita que se amarre al corazón y nos permita ser honestos por una perra vez en la vida. Poder decir lo que sentimos, como queremos decirlo, y que sea oído como esperamos. A veces queremos decir algo, gritarlo incluso, pero no podemos por miedo a la consecuencia, las repercusiones que la honestidad puede tener en la vida del resto, en la propia incluso. ¿Es mejor a veces callar y no decir nada? Ahogarnos entre palabras silenciadas por la censura, coaccionadas a bajar la cabeza y dejar pasar el momento de decir algo, ese que nunca va a volver. Si le hubiera dicho lo que sentía tal vez todo habría sido más fácil. Tal vez estaríamos los dos de la mano, leyendo estos párrafos, cuestionándonos que habría pasado si no hubiese dicho nada. ¿Tan voluble es el destino que tan solo un capricho del momento puede detener lo que habría sido una vida de risas y cariños? Las oportunidades son estaciones que jamás vuelven a nuestra vida y espero no haber dejado pasar hoy la que me destinaba un final feliz. Si tan solo las palabras dijeran lo que queremos decir, todos podríamos ser lo que queremos ser.

Tal vez el meollo del asunto está en lo imposible, en la falta de control que existe sobre el receptor de cualquier mensaje. Tal vez dijimos lo que queríamos con las palabras elegidas con pinza a través de un proceso minucioso de selección. Podemos habernos puesto en mil quinientos escenarios donde lo dicho no pudiese malinterpretarse, donde las frases escaparan de los labios de forma precisa y cayeran las notas sobre cada uno de los acordes, tal como debería sonar cada compas. Aún así existe la posibilidad de errar, de fallar milimétricamente, de que todo se vaya a la mierda por que lo que dijiste se entendió de otra manera. La misma palabra puede tener significados distintos para cada uno, y jamás podremos controlar lo que piensa cada persona. Tal vez eso es lo hermoso del dialogo, la conversación, la confrontación de ideas. La disculpa honesta, aunque a tropezones, debería caer siempre de pie ¿No? Pues no, lamentablemente. A veces somos demasiado idiotas para saber decir las cosas, y la vehemencia no siempre lleva hacia adelante.

Las palabras, al parecer, no son lo mío.

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