Poder amar a alguien es la
mejor tragedia que le ha pasado al ser humano. Es que no hay mejor miedo, temor
más intenso y sincero, que el amar a otra persona sin reparo, sin condiciones.
Confiar en que la caída será eterna, y que nunca aterrizaremos sobre la plancha
de concreto que nos espera al final del camino. Y es que ponerse a querer a
alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera
absoluta. Una capacidad de estupidizarse absolutamente y ver cada defecto de la
contraparte a través de un caleidoscopio lleno de hermosos colores. Hay que
adorar a la pareja, verla como única, inigualable, conocer cada uno de sus
defectos, encontrarlos la cosa más increíble y maravillarse día a día de que
tal conjunción de características descalificativas pueda encontrarse escondida
en tan precioso envase.
No solo eso, también hay
que ser disciplinado, persistente, hasta testarudo. Ver como esa persona
cambia, como se aleja a un momento y se acerca al otro, como un día te ama y al
otro te odia, sin mayores explicaciones. Para amar perdidamente hay que ser un
descerebrado, un emotivo manojo de cariño y amabilidad, un concepto etéreo de
que la vida junto a esta persona en específico, solo ella, solo él, solo ellos
pueden hacer que los azules de mis días más tristes se conviertan en cálidas
noches de lluvia, que los grises sean un paseo por el lago, los amarillos un
atardecer tranquilo por la arena. Es la capacidad de hacernos esperar por el
domingo tanto como por el viernes, y abrazar los lunes con cariño, por que
sabes que significa que habrán otros siete días que compartirán de manera única
e irrepetible. Amar es depositar la singularidad propia de la persona, los
miedos, temores, inseguridades y cuestionamientos, sentir como son abrazados
por el otro y recibidos de forma calma y comprensiva. Amar es poder hacer lo
mismo por el otro, escuchar sin pensar en que responder, ser uno mismo, querer
como el corazón dicta. Estilo libre, sin reglas, sin pensar en los demás.
Amar es sentirte tonto al
tratar de expresar todo lo que sientes a la otra persona, es que las palabras
se te pierdan en la lengua, no saber dónde mirar mientras tartamudeas, por que
jamás habías sentido esto por nadie y no tienes muy claro cómo explicarlo
tampoco. Amar es propio del hombre, un acto tan puro, tan blanco, que solo una
gota de tinta es capaz de teñirlo todo color sangre. El amor es mostrar tus
heridas y dejar que el otro las toque, es tomar riesgos, dar un paso hacia
adelante y entender que lo natural es caer de bruces, y que el ser agarrados
mientras se pende del aire es la excepción, es la sorpresa, el momento culmine
de la emoción humana.
Amar es lo más lindo que
podemos darnos el uno al otro. Procuremos no decir esta palabra a la ligera,
por favor. No puedes decir un “te amo” y seguirlo con un “pero”. Cuando uno
pregunta “¿Cómo va el amor?” La respuesta siempre viene en bajada, rodeada de
peros, historias de desengaño, fracasos o hasta traiciones. Malditas, rencorosas
traiciones que se amarran a los tobillos como grilletes que a veces se dejan de
sentir, pero que siempre estarán allí. Dejemos de hablar del amor como ese concepto
corrupto que le antagoniza. Amemos todo lo que podamos, hagámoslo enserio, de
verdad, profundamente, sin vergüenza, hagámoslo como niños, sin calcular
riesgos ni medir consecuencias. Amemos como si el mañana fuese solo un rumor a
voces, por que al final, cuando abras tu billetera y veas que todo tu dinero se
ha esfumado, es esa foto suya la que te dará una sonrisa. Amar es el mayor
miedo que la vida nos puede otorgar, y el placer más grande que podemos
compartir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario