martes, 7 de febrero de 2023

Antofagasta

El polvo colgado sobre colores opacos que escalan a lo alto de los cerros, observa desde kilómetros el oleaje intermitente de una marea azulada. El destino coloca a la gente en su cuna, la economía es quien los sume en el regazo estéril de lo inexorable.  

  

Bajo los techos de zinc, dentro de las paredes de madera prensada, vive una persona que alguna vez fue niño, joven y adulto. Aunque en realidad son varias, hay quienes rechazan la idea de diferenciarlos, como si fuesen seres creados en línea, formados bajo una doctrina inclemente, una envidia intrínseca, una enfermedad genética llamada pobreza. Estos hombres y mujeres nacidos en las laderas de Antofagasta, cerca de las ricas minas, lejos del mineral, hijos del ardiente sol de enero y la fría ventisca invernal, son quienes dan vida a las veredas, traen el color pastel a la costa, escondido bajo los rostros grises cansados, el polvo de la brecha económica estática.  

  

Agruparemos a este grupo etario únicamente por motivos narrativos en una sola persona, quien vivirá tierra, respirará industria y peleará contra la adversa realidad que afronta la quien tiene reducidos privilegios, economías familiares estrujadas, manos endurecidas por el duro laburo. Educación acotada, si es que alguna, informalidad laboral, trabajo infantil, niñes reducida, ocio disminuido. Es la historia de quienes viven en la ladera. 

  

Es una historia de la cual no puedo decir nada. La verdad de mi contexto no me permite siquiera rodear la complejidad de la vida de esta persona. Si me dignara a escribir algo, aunque sea por lo más sacro de la narrativa biográfica, demográfica, sociológicamente consciente, no sería nada más que una sátira, una pobre parodia de una realidad que no debe ser observada, no ha de ser idealizada. Todos tenemos obstáculos en nuestro camino, pero no seamos tan obtusos como para no reconocer que hay líneas de partida que quedan ciertamente más adelante que otras.   

  

Nada es imposible, y hoy por hoy, ni siquiera el cielo es el límite. Aun así, puta madre que debe ser difícil.

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